Saber pedir perdón a tiempo.
Si uno comete un error y provoca que otra persona se sienta triste, dolida, ofendida (o el adjetivo que aquí encaje), quizás logre reflexionar y reconocer que se equivocó. Si así lo hace, luego tendrá dos caminos: pedir perdón o no. Si uno elige el primero, ¿qué mejor que hacerlo lo antes posible? Cierto es que a veces cuesta. El orgullo y demás obstáculos nada amistosos del ser humano, suelen entrometerse y embarrar la cancha.
Pero demorar un pedido de disculpas no es sano. Se corren riesgos innecesarios, creándose mayor tirantez en una situación que podría solucionarse muy pronto, y esto podría acarrear mayores problemas que el original. No caigamos en la tentación que a veces nos propone nuestro propio temperamento hostil, y salgamos a tiempo de esta trampa.
Un sustento bíblico:
Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón. (Proverbios 28:13).
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