FALTAN POCOS DÍAS PARA QUE QUEDE TERMINADO EL SEGUNDO Y ÚLTIMO TOMO DE "EXCURSIONISTAS Y YO", que también se podrá leer y descargar en forma gratuita. Entretanto, uno por uno, un repaso de los capítulos del Tomo I.
Excursio...
El campeonato se reestructuró de acuerdo a lo programado. La Primera C dejó de ser el tercer nivel de AFA, bajando al cuarto tras la creación del Nacional B. Los equipos compitieron nuevamente todos contra todos, en dos ruedas, con dos ascensos como premio: el campeón y el ganador del octogonal.
En Excursionistas Gómez y Rodríguez siguieron como entrenadores, aunque Perfecto se retiró por razones de salud tras la cuarta fecha. De los jugadores que habían llegado para el Apertura, se alejó la mayoría. Algunas excepciones: Seria, Amulet, Corrales Velloso y Larretape.
Entre los recién llegados, estuvieron Oriente (Colegiales), Ferro (Atlanta), Milano (Flandria), Luna (regresó de El Porvenir) y Néstor Scotta, delantero de prolongada carrera en la Argentina y el exterior, que, procedente de Estudiantes de Caseros, tenía 38 años cuando firmó para Excursionistas.
La campaña fue muy floja en la rueda inicial. El Verde rápidamente se apartó de los primeros puestos y el plantel comenzó a reducirse. El propio Scotta y más jugadores (incluso Panelo, de dilatada trayectoria en el club) fueron alejándose en el transcurso del torneo. Pero en la última fecha de la primera ronda, el 29 de noviembre, Excursionistas goleó 4 a 0 a Riestra en el Bajo (elenco donde jugaba como centrodelantero un joven Diego Díaz, futuro actor y periodista) en lo que se transformaría en el punto de partida de una impresionante levantada que lo conduciría a pelear por el campeonato.
Cinco meses después de aquel triunfo, el equipo de Gómez luchaba junto con San Telmo y Laferrere por la chance de ascender a la B Metropolitana de manera directa. Una serie triunfal de 16 victorias sobre 18 partidos (empató en el medio con Colegiales y Cambaceres) lo dejó en el umbral del título a dos fechas del cierre del torneo. La base del gran equipo estaba conformada por Seria; Corrales, Ronci, Machín y Acosta; Milano, Carrasco y Vergara; Oriente, Caimi y Amulet.
La impactante racha trajo aroma a vuelta olímpica. Sin embargo, en la anteúltima jornada, un 0-1 en el Bajo con Central Córdoba, posibilitó que Laferrere se escapara y se consagrara campeón una semana después.
A Excursio le quedaba la chance del octogonal, pero en cuartos de final cayó con Alem y también se esfumó esa ilusión. Ambos partidos con los Lecheros (en Morón y en Platense) salieron 0 a 0. A diferencia de los dos torneos anteriores, ya no contaba la ventaja deportiva. En cambio, debieron ejecutarse tiros desde el punto penal. Por esa vía, Alem fue más preciso y pasó a la semifinal. Después, fue Talleres el que ascendió.
Y yo...
Esta temporada asistí a la gran mayoría de los partidos. Siempre, por ahora, en condición de local. Una vez, aún sabiendo que sería difícil, me tiré el lance de pedirle a mi papá que fuéramos a una cancha cercana, la de Lamadrid, cuando al Verde le tocó ser visitante de Liniers. ¿La respuesta? Un no rotundo.
El vínculo que nos unía, ya desde bien chiquito, era muy especial. Una enfermedad se llevó a mi mamá Susana cuando yo tencia sólo un año. A partir de entonces, mi papá me crió con la inestimable ayuda de mi tía Inés -su hermana- quién a su vez, estaba casada con mi tío Moisés. Y tenían una hija, Pupi, doce años más grande que yo.
Durante muchísimos años, nuestra rutina semanal era la siguiente: por las noches, yo dormía en casa con mi papá. A la mañana, él se iba a trabajar, pero antes, me llevaba a la casa de Inés, la cual yo tomaba como mi propio hogar. A ella la considero como una madre, a Pupi, como una hermana, y con Moisés -que falleció en 2009- también nos ligaba una espectacular relación.
En el querido hogar de Inés contaba con mi habitación, al principio, compartida con Pupi (hasta que se casó con Jorge). Allí tenía mi cama y junto a ella, en la pared, varias fotos: una autografiada del Loco Gatti, la del equipo de Excursio del ‘83, una individual del Beto Horvath -cortada de la revista Una Voz de Belgrano-, un poster que regaló la misma revista en 1983... Además, colgué un banderín albiverde con una historia bastante particular, que se remonta a cuando yo cursaba el sexto grado de la primaria. Para la materia ‘actividades prácticas’, supongo, la maestra ordenó una tarea hogareña libre, a confeccionarse con telas de arpillera y pañolenci.Mi trabajo fue el citado banderín, que después de haber sido presentado en la escuela, se trasladó a la pared de mi habitación, lugar donde se mantuvo por años.
Durante mi niñez las estadísticas empezaron a llamarme la atención. En la casa de mis abuelos maternos, estaba la colección casi completa de la Historia del Profesionalismo, de Pablo Ramírez, verdadero pionero de este tipo de publicaciones. Una serie de fascículos que contenía resultados, tablas, formaciones, fotos...todo de la Primera División de AFA. Gracias a ellos, y únicamente con papel y lapicera como aliados -muy lejos estaban todavía las computadoras- era capaz de quedarme horas enteras haciendo anotaciones. Así iba llenando hojas y hojas, que iban a parar a estantes, cajones, a dormir entre las páginas de cuadernos, libros o revistas y, en ocasiones, al tacho de la basura.
Las cosas se me simplificaron en forma abismal cuando a mediados de la década del 90 pude tener una PC. Dejé de lado entonces la engorrosa costumbre de acumular papeles, pero nunca de recopilar datos, completar planillas y apasionarme con la historia del fútbol.
Un dato de color
Esta temporada Alejandro Sáenz debutó en la primera, con apenas 16 años, 8 meses y15 días. Lo hizo el 20 de diciembre de 1986, cuando el Verde derrotó 3 a 1 a Alem en Pampa y Miñones. Ese sábado Caimi señaló los tres goles y Seria se animó a patear un penal, atajado por Real.
Pero el partido de Pechito que quedaría en la historia, acontecería dos fechas más tarde, el 31 de enero de 1987. Excursio recibió a Laferrere, el puntero, y lo derrotó 1 a 0 con un gol sobre la hora, conquistado por Sáenz.
Otra nota de color de ese encuentro, estuvo dada por las camisetas utilizadas por Excursionistas. Como Laferrere tiene colores idénticos, en el primer tiempo el equipo de Gómez usó un juego de Defensores de Belgrano. En el segundo, cambió por una casaca azul provista por el Centro Asturiano, una entidad no afiliada a la AFA a la que era allegado Antonio Gorsd, quien presidía a Excursionistas.
En relación a Pechito Sáenz, disputaría 208 cotejos y marcaría 19 goles. Se retiró muy joven, menos de diez años después de su debut. Fue en la última fecha de la temporada 1994/95 de la B Metropolitana, día en el cual Excursionistas perdió con Defensores en la cancha de Platense, y descendió a Primera C.
Y una anécdota personal
14 de abril de 1987. Excursionistas 1-Flandria 0. Para muchos, fue un partido más. Para mí, fue único. ¿Por qué? Por haber sido la primera vez que me dejaron ir solo a la cancha. Mi papá no era de aflojar en esas cosas. Máxime, porque la violencia en el fútbol ya estaba enquistada desde hacía un tiempo largo. Pero el hecho de que yo ya estuviera cerca de cumplir 15 años, y de que ese encuentro se jugara un martes (ni él ni mi tío, por razones laborales, podían acompañarme), posibilitó el permiso, que tomé con inmensa emoción.
Llegué muy temprano a Pampa y Miñones. Creo que recién empezaba la tercera. Saqué mi entrada (todavía no era socio), ingresé por la puerta de Pampa, compré la revista Actualidad Albiverde, escrita y dirigida por Alejandro Gabriel Chepenekas, y me dirigí a la tribuna de madera. Llevaba, además, mi radio marca Repman, para escuchar los resultados de la jornada.
En el entretiempo del preliminar me acerqué al patio central, con una meta concreta: pedirle autógrafos a los jugadores de la primera, antes de que entraran al vestuario a cambiarse para el cotejo principal. Supongo, a la distancia, que mi objetivo «grande», era el de obtener las firmas de todo el equipo, ya sea en el corto o en el largo plazo. De modo que, procurando vencer a la vergüenza, papel y birome en mano, me encaminé hacia la zona por donde pasarían los futbolistas. Logré interceptar a Milano y Carrasco, que, muy complacidos y quizás hasta sorprendidos por el pedido, me firmaron enseguida.
Muy contento, regresé a mi lugar en la tribuna. Ya no habría más autógrafos, no sé si porque se me pasaron las ganas, o porque ya no hubo chances de conseguirlos. Lo cierto es que los de Carrasco y Milano los conservé durante años en mi pieza, hasta que les perdí el rastro luego de una mudanza.
El gol del triunfo ante Flandria -partido dirigido por Javier Castrilli- lo hizo Machín y se dio en el cotexto de la imborrable serie victoriosa del elenco del Nene Gómez. La alegría de la gente aquel martes, por lo tanto, era más que comprensible, aunque probablemente, no haya sido tan intensa como la mía.
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