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Excursio...
Un nuevo formato de torneo tuvo la Primera C, luego de varias temporadas disputadas bajo la misma modalidad. La principal modificación consistió en dividir el año futbolístico en dos etapas independientes: Apertura y Clausura. O sea que para las revanchas, los equipos arrancarían en puntaje cero, con la finalidad de que el incentivo fuera mayor para aquellos que en la primera rueda terminaban lejos de la punta.
El título de campeón lo obtendría el ganador de una final entre los dos campeones parciales. El segundo ascenso, saldría de un octogonal, del cual participarían el segundo, tercero, cuarto y quinto del Apertura, más el segundo, tercero y cuarto del Clausura. El participante restante sería el perdedor de la final por el ascenso directo.
La austeridad caracterizó a Excursionistas en el mercado de pases. Si bien llegaron varios refuerzos, éstos carecían del renombre de otros inicios de ciclo. Las incorporaciones fueron: Vitale y Faillá (Defensores de Belgrano); Roberto Fernández (San Telmo); Giacone (inferiores de Platense); Mazza (inferiores de Boca); Carballo (inferiores de Argentinos); Godoy Martins (regresó de Comunicaciones); el arquero Del Casale (Lamadrid); y Alberto Molina.
De 1991/92, más allá de los jugadores del club, quedaron Horvath, Caligiuri y Maidana. El objetivo seguía siendo el ascenso, pero luego de un comienzo alentador -victoria 2 a 1 sobre San Telmo en el Bajo- una derrota por 3 a 0 en Berazategui en la fecha siguiente, preanunció que la campaña del equipo de Pablo Centrone estaría compuesta por más sinsabores que alegrías.
En efecto, en el Apertura el equipo deambuló por la mitad de la tabla. Sacó 17 puntos, mientras el ganador, Argentino de Quilmes, obtuvo 26. Tampoco pudo meterse en el Reducido, pues Colegiales, el último de los clasificados, llegó a las 22 unidades.
Las revanchas no trajeron la mejoría. Por el contrario, el puntaje de Excursionistas mermó: con 15 puntos, terminó más cerca del fondo que de la cima. El Clausura lo ganaron los de Munro (23 puntos) y a continuación superaron a los Mates en la final por el ascenso directo. En cuanto al Reducido, Argentino de Quilmes dio cuenta del Deportivo Paraguayo en la final y también llegó a la B Metropolitana.
Por primera vez en nueve años, el Verde no participó en ningún momento en la pelea por subir de categoría. Ya marginado de la posibilidad de ingresar al Reducido, el técnico continuó promoviendo jugadores de tercera e inferiores. Así, hicieron su aparición en la primera más juveniles como Acuña, Aumente, Carrizo, Contreras, Grosso, Massara, Olivan, Rocha, Valentino y Zappala.
Y yo...
Durante los primeros meses de 1993 continué desarrollando normalmente mi trabajo como colaborador de la Sólo Fútbol. Sin embargo, un hecho clave determinó mi alejamiento de este magazine y el inicio de un nuevo proyecto. El acontecimiento, fue la visita del periodista de Radio Continental Ricardo Scioscia, a la Escuela de Periodismo en la cual yo cursaba mi tercer y último año. Un viernes de otoño, Scioscia concurrió a darnos una charla, como habitualmente hacían otros periodistas, invitados por los docentes. Después de clase, aprovechando la amistad que tenía con Damián Olschansky -uno de nuestros compañeros- varios alumnos fuimos con él a estirar la charla, ahora de manera más informal, a un bar de la Avenida Córdoba.
Gracias al impulso que nos dio Scioscia, esa noche surgió la idea de hacer una revista dedicada exclusivamente al fútbol de ascenso de AFA. En lo que a mí respecta, tomé el desafío con enorme entusiasmo, y supongo que lo mismo les sucedió a varios colegas, cóctel que generó que en julio de 1992 apareciera el primer número de Esto es El Ascenso, una revista mensual cuyo primer número, tuvo en la tapa a Luis Maidana. La imagen había sido obtenida por el fotógrafo Carlos Dante García -colaborador ad honorem de la futura publicación- en la primera fecha del campeonato 1992/93 de Primera C, cuando Excursionistas recibió a San Telmo y lo venció 2 a 1 con goles de Hernán Fernández y Szeszurak.
Scioscia nos había dado el espaldarazo, pero luego de aquella reunión en el centro porteño, los estudiantes del Círculo nos abocamos a darle forma al plan y de que éste viera la luz. El proyecto no sólo se cristalizaría pronto, sino que la revista saldría por seis años ininterrumpidos.
A puro pulmon, confeccionábamos el contenido periodístico nos ocupábamos de tratar con la imprenta, de conseguir la publicidad y hasta de la venta al público. El primer año se vendía en las canchas y en unos pocos puestos de diarios de canillitas amigos. El modus operandi en los estadios consistía en adquirir la acreditación de los clubes, y una vez adentro, recorrer las tribunas con la revista en mano, ofreciéndola a su costo de un peso.
En mi caso, debía luchar contra la timidez para ponerlo en práctica. Me costaba mucho arrancar, pero creo que nunca dejé que el miedo me ganara la partida. Y una vez que tomaba impulso todo era más sencillo. Además, a menudo vendía en Pampa y Miñones. La gente me conocía, conocía la revista y eso me facilitaba las cosas.
La búsqueda de publicidad tampoco es una tarea liviana si está la timidez de por medio. Hay que golpear puertas, «molestar» a los potenciales auspiciantes, aguantarse el «por ahora no», hacerle frente al diálogo interior que tal vez arroje un «no sirvo para esto» o un «qué pensarán de mí». Así y todo, en lugar de quedarme de brazos cruzados ante estos obstáculos, siempre traté de hacer tripas-corazón e ir hacia adelante. Puedo asegurar que cuando uno consigue destrabar el freno interno y ponerse en marcha, la satisfacción es grande más allá de que consiga o no su objetivo. Y esto vale para cualquier instancia de la vida.
La revista se solventaba con la venta en las canchas y puestos de diarios, y la publicidad, que quedaba en un cincuenta por ciento para la caja, y en otro cincuenta para el que traía los avisos. Para el número uno, yo «conseguí» una fija: la del comercio de mi papá y mi tío, un maxikiosco de Ciudad de la Paz entre Mendoza y Juramento. Pero también otra muy vinculada al CAE, Talleres Raso, el negocio de Antonio Gorsd, quien durante muchos años había sido presidente del club y aún antes de que la revista estuviera impresa, nos honró con su confianza y generosidad, aportando cien pesos/dólares, un dinero importante para aquella época. En breve también logré el concurso publicitario de Don Carlos Ianowski, otro generoso ex presidente, que estaba al mando de una zinguería del barrio.
El nuevo desafío de Esto es El Ascenso me ofrecía un campo de acción mucho mayor al de Sólo Fútbol. Podía elegir el partido al que iría y las notas que haría (todavía, con la vieja máquina de escribir), más allá de ser uno de los dueños de la publicación. En síntesis, un cambio beneficioso en lo personal y un paso que nunca me arrepentí de dar. El staff de aquel primer número estaba conformado por Marcelo Fernández (director); Damián Oschanky/Rojo (subdirector); Pablo Wildau (redactor especial); Jorgelina Pérez, Esteban Bekerman, Gustavo Requelme y Guillermo Marceca (redactores).
Un dato de color
Dos miembros de este plantel tuvieron escaso rodaje en el primer equipo. Más adelante, se destacaron en otros ámbitos completamente diferentes. Marcelo Aumente, volante clase ‘80, y surgido de las inferiores, debutó en 1988/89 sólo jugó dos partidos en 1992/93, su último campeonato en el club. Retirado del fútbol, se dedicó al referato y construyó una importante carrera como juez de línea de AFA.
Darío Del Casale ocupó el arco de Excursionistas en tres ocasiones. Había llegado desde Lamadrid, pero tapado por Sanmartino y Tévez, en la tercera división se desempeñó con mayor asiduidad, siendo ésta su última temporada en el arco «villero». En forma simultánea, seguía ejerciendo su profesión de peluquero, en un local de la Avenida Federico Lacroze (barrio de Chacarita) abierto por su padre Hugo en la década del ‘70.
Muchos años después Darío ganaría una notable fama gracias a la gran difusión que Marcelo Tinelli le dio en el programa Showmatch. Su súbita popularidad le permitió comenzar a atender a numerosos jugadores de fútbol, incluso, a planteles profesionales en conjunto, y al propio Lionel Messi, que se cortó el pelo con el «Tano», en más de una ocasión.
Y una anécdota personal
Una de las cosas de las que más disfrutaba en mi nueva etapa como periodista de Esto es El Ascenso, era la de poder elegir partido de acuerdo a mi voluntad. No es extraño deducir que Excursionistas volvió a ser mi destino preferido, luego de mi experiencia en Sólo Fútbol, rica en vivencias, aunque, según creía yo, sin grandes posibilidades de crecimiento laboral y una remuneración que apenas servía para cubrir los viajes a las canchas y unos pesos extra. En mi paso por la revista tuve el gusto de conocer muchos periodistas, con algunos de los cuales entablé una buena relación, que incluso continuó más adelante, cuando nos reencontramos en canchas, redacciones, oficinas o aunque más no fuera, unos cuantos años después, a través de las redes sociales. A riesgo de ser injusto con quienes no mencione aquí, me gustaría destacar a Gabriel «Gallego» Fernández y Oscar Barnade, dos muchachos que humanamente se portaron de manera extraordinaria conmigo por diversas causas y en diferentes momentos.
El 15 de agosto de 1992 viajé en tren hasta Adrogué. Excursio visitaba a Brown luego de haber caído como local con Argentino de Merlo. El equipo de Centrone no venía bien en el torneo. Por eso, el 1 a 0 con gol de Cuitiño fue tomado como un gran triunfo en el sur bonaerense. En lo personal, la jornada tuvo un sabor más especial todavía, porque después del partido -ganándole una titánica pulseada a la timidez-, me animé a pedirle al técnico si podía volver en el micro con la delegación, y me respondió afirmativamente. Fue mi primer viaje con los jugadores. Centrone y varios de ellos, ya me conocían por mi función periodística y mi asistencia a entrenamientos y partidos del Verde.
Si mal no recuerdo, me senté en un asiento cercano a la puerta delantera. A mi lado, junto a la ventanilla, iba Ibel Mazza, un defensor que había llegado esta temporada al club, con paso previo por las inferiores de Boca, y que estudiaba medicina. Con Mazza intercambiamos unas breves palabras. A mis espaldas viajaban Centrone y un histórico hincha que también había tenido el «tupé» de solicitar un lugar en el micro de regreso: Hernán «Jimmy o Pericles» Campodónico. Hernán había vivido en México y le contaba a Centrone una anécdota que reflejaba el grado de minuciosidad de Marcelo Bielsa, quien por los Noventa dirigió en el fútbol mexicano.
Fue, sin dudas, una tarde inolvidable. Por la victoria claro, pero por sobre todo, por la alegría de haber compartido por primera vez, mi retorno al Bajo Belgrano junto a un plantel que defendía la camiseta de Excursionistas, jugadores a los que hasta hacía muy poco tiempo, solamente había visto desde el lado opuesto de un alambrado.
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