martes, 6 de octubre de 2020

EXCURSIONISTAS 1982

 

FALTAN POCOS DÍAS PARA QUE QUEDE TERMINADO EL SEGUNDO Y ÚLTIMO TOMO DE "EXCURSIONISTAS Y YO", que también se podrá leer y descargar en forma gratuita. Entretanto, uno por uno, un repaso de los capítulos del Tomo I. 

Excursio...

Una nueva Comisión Directiva asumió la conducción del club. Como presidente, en reemplazo del histórico Carlos Ianowski, quedó el doctor Guillermo Belisario Black, el mismo que dirigía la revista partidaria "Excursio, Una Voz de Belgrano".
A la dirección técnica llegó Edgardo Marchetti, con antecedentes como entrenador en las inferiores de Ferro, Lamadrid y San Telmo, mientras el plantel tuvo una importante renovación, con el objetivo puesto, una vez más, en el ascenso, aunque con el aliciente de un nuevo formato de campeonato que además del campeón, le permitía tener chances a ocho equipos más, que disputaron una petit torneo. Los veinte equipos se repartieron en cuatro zonas de cinco competidores. Los dos primeros de cada uno serían los clasificados, a excepción del grupo donde estuviera el campeón. En ese caso, clasificaría el tercero. Al Verde le tocó compartir zona con Almagro, Luján, Lamadrid y Deportivo Merlo.
Entre los nuevos del plantel, se destacó ampliamente Oscar Fonseca Gómes, un puntero izquierdo que no sólo cautivaría al público de Excursionistas, sino que además sería una de las grandes figuras del campeonato. Hizo más de treinta goles, varios de ellos, de tiro libre y penal. Pero más allá de sus conquistas, su talento quedó grabado en las retinas de los hinchas albiverdes que lo vieron en acción, y, por qué no, en la memoria de los rivales que padecieron su habilidad.
Excursionistas formó un equipo capacitado para luchar bien arriba. Sin embargo, tuvo altibajos que no le permitieron pelear el título a la par de Villa Dálmine, que sería el campeón, y Defensores Unidos. A mitad de año, en Zárate, protagonizó un triunfo memorable por 4 a 3, frente al que era uno de los más serios candidatos al ascenso. Pero en el balance anual, su nivel no lo condujo más allá de obtener una tranquila clasificación al octogonal.
En esta instancia, fue eliminado en cuartos de final por Central Córdoba, después de ganar 1 a 0 en el Bajo y caer por 3 a 1 en Rosario. En el partido de ida hizo méritos como para sacar un triunfo más holgado, pero viéndose perjudicado por los fallos del árbitro Corradino, terminó con dos hombres menos, y pidiendo la hora. Los charrúas impusieron el peso de su localía en la revancha y no sólo pasaron de ronda sino que también dejaron atrás a Almagro en la final y dieron el salto a Primera B.
   
Y yo...

Hasta el 15 de mayo de 1982, con diez años recién cumplidos, había visto sólo un puñado de partidos en mi vida. Por haber sido socio de Platense, asistí a un partido frente a River en el Monumental (0-0), otro con Argentinos en cancha de Atlanta (1-2), a la inauguración del estadio de Vicente López, contra Gimnasia (0-0), y a un partido con Ferro (0-1), en el flamante estadio. También, a un Defensores 0-Los Andes 1, a un Italiano 3-Chicago 2  (en Platense) y a un Huracán1-Rosario Central 0. Los últimos tres, fueron en 1981. A cada partido, asistí con la compañía de mi papá Alfredo, con excepción del encuentro en Defensores, que presencié junto a mi tío Andrés.
El fútbol ya me gustaba... Y mucho. Por influencia de mi abuelo materno Enrique, a los siete años, si mal no recuerdo, me hice hincha de Boca. Anteriormente, como suele suceder en la niñez, fluctué entre varios "candidatos": San Lorenzo -el equipo de mi papá-, Independiente -me caía simpático- y Argentinos Júniors -a raíz de un Maradona de extraordinaria aparición-. Hasta que me afirmé como hincha boquense, para alegría de Enrique, un alemán bonachón que junto a mi abuela Ruth, había llegado a la Argentina en los inicios de la década del Cuarenta, escapando de la Segunda Guerra Mundial por su condición de judíos.  Estuvieron un corto lapso en Paraguay y luego se radicaron en Buenos Aires, donde nacieron sus hijos, Susana -mi mamá- y Andrés.      
Desde que era prácticamente un bebé y a lo largo de unos cuantos años, gran parte de los sábados transcurrieron en lo de mis abuelos maternos. Mi papá me dejaba en su casa a media mañana. Al mediodía, la familia se reunía para almorzar,  apretujada en la cocina del departamento de la calle Zapiola, en el barrio de Colegiales. Quizás faltaba lugar, pero nunca, amor. Allí también pasaba la tarde. A determinada hora, los sonidos del fútbol se adueñaban del hogar, de la mano de una vieja radio a transistores en la cual mi abuelo escuchaba los partidos del ascenso. Porque así como para mí los sábados eran de mis abuelos, el fútbol de ascenso le pertenecía a los sábados, a diferencia de épocas más actuales, donde todo se ha mezclado con todo. Cerca del anochecer, mi papá me buscaba para volver a casa. 
Calculo que el sábado 15 de mayo no tuvo grandes diferencias respecto de los anteriores. Intuyo, también, que durante el almuerzo, mi tío pudo haberle hecho a mi papá la propuesta de ir a ver a Excursionistas. Andrés, racinguista en la Primera División, tenía a los del Bajo Belgrano -el barrio donde vivía- como equipo preferido del ascenso. Él ya había asistido a más de un partido ese año, que gracias al nuevo formato de torneo y al debut de Fonseca, traía interesantes perspectivas para el Verde. Calculo que a mi papá no le habrá costado mucho acceder y hacia Pampa y Miñones fuimos los tres, en aquella tarde otoñal, enmarcada en plena guerra de Malvinas. 
Decía "calculo" e "intuyo" porque en mi memoria quedaron muy pocas imágenes de la jornada. En lo que hace al contexto futbolístico, sólo recuerdo que nos ubicamos en la vieja tribuna lateral de madera, bien arriba, y de una escena protagonizada por el Polaco Heinrich, que pretendió hacer un tiro libre bastante más adelante del sitio donde el árbitro había señalado la infracción, y éste lo mandó nuevamente hacia atrás.
Excursionistas perdió con San Telmo 1 a 0 (gol de Nico González, que un par de temporadas después jugaría en Excursio), un encuentro cuyas imágenes se me fueron borrando con el transcurso de los años. Ni siquiera registro una acción que, por su impacto, pasaría a la posteridad: la rotura de tabique nasal que sufrió Marcelo Carrasco tras un codazo de Alderete, otro telmista que años más tarde, en 1990, también vestiría la casaca albiverde.
Como al resto de los hinchas, también a mí aquella derrota me provocó una importante desazón,  aunque en lugar de quitarme el entusiasmo, generó consecuencias opuestas. Por ejemplo, que en el colegio empezara a decir que aparte de Boca, yo también era de Excursionistas. Entiendo que cuando mis compañeros de quinto grado del República del Ecuador de La Paternal me preguntaban qué era eso, yo les respondía: un club de la C. Y como si ése hubiera sido el punto de partida, así sucedería a lo largo de los años, incluso, hasta el día de hoy.
Tres partidos más vi en 1982 en el Bajo: un 0 a 0 con Central Córdoba, donde estuve un rato -creo que por primera y única vez- en la desaparecida tribuna de Miñones (derrumbada unos meses después para construir un complejo de tenis), un 1 a 1 con Almagro y el 1 a 0 a Central Córdoba por los cuartos de final del octogonal.
De esa jornada sí guardo cantidad de imágenes en mi mente. Recuerdo el gol de Horvath entrando por el centro del área; los merecimientos del equipo de Marchetti ante un rival que se veía superado; el arbitraje de Corradino, condescendiente para con el juego brusco y la pérdida de tiempo de los charrúas; el estupor que se vivía en la tribuna frente a la seguidilla de fallos adversos; la expulsión de dos jugadores del Verde (Heinrich y Carrasco); la avanzada de los rosarinos en busca del empate; las pelotas que "llovían" desde los costados para enfriar los ataques adversarios; el larguísimo tiempo adicionado dado por Corradino; la bronca y la impotencia de la gente de Excursionistas, y finalmente, la algarabía tras el pitazo final. El juez y sus asistentes se quedaron un buen rato en el campo de juego, a la espera de que se aplacara el enojo  del público local, que arrojaba objetos hacia la cancha.
Es posible que escenas como éstas, colmadas de elementos rayanos con la injusticia y la sinrazón, marquen fuertemente a un chico de diez años. En lo personal, creo que las sensaciones emanadas a partir del 13 de noviembre de 1982, terminaron de esclarecer que si todavía existían dudas acerca de mi condición de hincha albiverde, éstas acababan de disiparse por completo.

Un dato de color

Oscar Fonseca Gómes llegó precedido de un interesante currículum. Debutó en la primera de Ferro a los 17 años. Luego actuó en el fútbol salteño. Para Gimnasia y Tiro jugó el Nacional '81. En julio de ese año integró un combinado provincial que enfrentó a la Selección de Menotti, y hasta le hizo un gol a Fillol. En 1982, fichó para Excursio. Al irse de Pampa y Miñones prolongó su trayectoria por categorías superiores: Chacarita (en la B y la A), Vélez (en la A), Douglas Haig (un regional para subir al Nacional B), Belgrano de Córdoba (Nacional B) e Ituzaingó (Primera B).En la temporada 1990/1991 volvió a Excursionistas y a la C, categoría de la que ya no se movería, y tras su nueva ida, se quedó jugando en clubes de su zona, General Rodríguez: Alem (1991/92), Flandria (1992/93) y otra vez Alem (1993/94).Con la casaca de Flandria, cumpliendo con la poco apetecible ley del ex, le metió un gol de penal a Carlos Tévez y en la segunda rueda, Mauro Sanmartino le atajó otro disparo desde los once metros.
Sus números en Excursionistas dan cuenta de 70 presencias, 38 goles (12 de penal) y 1 expulsión, contra el CADU, en 1982, tarde en la que el Verde ganó 4-3 en Zárate y también vieron la tarjeta roja Mazariche y Panelo. 

Y una anécdota personal

Mi primer partido en Pampa y Miñones (0-1 con San Telmo) también fue el debut de Hugo Daniel Campana en Excursionistas. Había venido de Argentino de Merlo, luego de haber hecho inferiores en Chacarita, donde llegó hasta la tercera división. Según lo comentado por mi tío y mi papá, el Colorado tuvo una buena actuación esa tarde, cuando entró en reemplazo de  Amado. La anécdota está ligada a que muchos años después conocí personalmente a Campana. Resultó ser vecino mío (con unas diez cuadras de diferencia) y en cuanto tuve la oportunidad, le comuniqué mi simpatía por Excursionistas y el grato recuerdo de su paso por el club.
Lo curioso es que yo solía ir a correr por la zona del Polideportivo de Colegiales y varias veces me cruzaba con una señora que hacía la misma actividad. Si bien existía un saludo mutuo, ignoraba que se trataba de la esposa de Campana. Tiempo después, cuando coincidimos los tres en un evento vecinal, fueron instantáneas las sonrisas que brotaron a raíz de aquella casualidad.


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