FALTAN POCOS DÍAS PARA QUE QUEDE TERMINADO EL SEGUNDO Y ÚLTIMO TOMO DE "EXCURSIONISTAS Y YO", que también se podrá leer y descargar en forma gratuita. Entretanto, uno por uno, un repaso de los capítulos del Tomo I.
Excursio...Desde que comencé mi recorrido como hincha, si existió un torneo donde Excursio «tiró la casa por la ventana», fue éste. Como primera medida, la CD trajo de vuelta a Edgardo Marchetti, quien trabajó en el club en 1982 y algunos partidos del ‘83. El entrenador había tenido un exitoso paso por Ituzaingó, ascendiendo a la B en 1988/89, temporada donde le ganó la final del octogonal justamente al Verde. De este club llegaron jugadores de destacada trayectoria: Ricardo Pérez, Bustingorria, Elguezábal, Mangieri, el arquero Orsi y Fonseca Gómes. Ademas firmaron Monroig (Estudiantes), «Banana» Galbán (procedente de Chicago, era de la villa del Bajo igual que Houseman y había hecho en Defensores gran parte de su carrera), Alderete y Caligiuri –que ya había estado en 1983- (Chacarita), Cortés (Tristán Suárez, y con un paso por el club dos años atrás), Cufone (Dock Sud), De Ángelis (Berazategui) y un volante de Muñiz que vino con poco ruido pero se transformaría en una de las contrataciones más acertadas: Luis Maidana. Del certamen anterior, sólo quedaron Seria, Toledo y los jugadores del club.
Entre tantos apellidos de fuste para la divisional, ¿cómo soslayar el de Fonseca Gómes? La vuelta del wing izquierdo goleador que tan grato recuerdo dejó en el ‘82, fue el golpe de efecto más fuerte del receso para aquellos que lo habían visto desplegar su fútbol refinado y para quienes, pese a no observarlo en acción, habían sentido hablar de sus aptitudes. Sin dudas, se armaba un plantel como para terminar de una buena vez con la cadena ascensos esquivos, apilados desde hacía casi dos décadas.
No obstante, a Excursionistas se le volvería a negar el ascenso en un torneo que como motivación extra, contó con el concurso de Defensores de Belgrano, tras su descenso de la B Metropolitana. Aunque no sería el clásico rival el responsable, sino Cambaceres, un «tapado» que, seguramente con mucho menor presupuesto, ganó el título casi de punta a punta.
El equipo de Marchetti tuvo un buen arranque. De acuerdo a eso y a su rico plantel, se hizo merecedor del rótulo de candidato. Cuando en la octava fecha venció a Defensores 3 a 1 en Libertador y Comodoro Rivadavia, la alegría fue indescriptible y su condición de firme aspirante se confirmó. Esa victoria sería la máxima satisfacción del campeonato.
Una semana después, como muestra de lo que ocurriría a través del año de competencia, no logró vencer a Cambaceres de local (empataron 0 a 0). El elenco de Ensenada evidenció en el Bajo su solidez y con el correr de los partidos, tomó la punta para no soltarla más.
Excursio terminó en cuarto lugar. Pese a los apellidos de renombre, no pudo evitar que un cúmulo de resultados negativos lo fuera alejando de la pulseada por el ascenso directo.Promediando la segunda rueda, Marchetti dejó su puesto luego de un 1-4 ante Argentino, en Merlo. Cuatro días más tarde Excursio, dirigido por la Subcomisión de Fútbol, empató 1 a 1 con Defensores en Pampa y Miñones. Al igual que en 1983, Guillermo Tuya sustituyó a Marchetti, debutando con una victoria por 1 a 0, de local, ante Leandro N. Alem.
El octogonal también resultó un trago amargo, como consecuencia de la eliminación a manos de Colegiales en cuartos de final. En la ida, disputada en Chacarita, el Verde ganó 1 a 0 como visitante. La revancha se jugó en Tigre y el mismo score, pero a favor del Tricolor, obligó a la ejecución de tiros desde el punto del penal, instancia en la que festejaron los de Munro.
Y yo...
Mi primer año en el Círculo lo terminé sin mayores dificultades. En cambio, me costó muchísimo el CBC. Conseguí «meter» unas materias y a pesar de haber estudiado intensamente, fracasé en otras. En Biología (se cursaba a la 7 de la mañana en Drago), que a priori se presentaba como muy complicada, me saqué un 8 en el primer parcial. Pero en el segundo me calificaron con un 2. Eso hizo crecer mi desaliento, sumándose otras circunstancias enumeradas en el capítulo anterior, combo que apuró esta decisión: seguiría estudiando exclusivamente Periodismo.
Mi familia nunca cuestionó mis decisiones de estudio y/o laborales. Al contrario, siempre sentí un reconfortante respaldo. En casa no sobraba nada, pero tampoco faltaba, como para que yo no tuviese la obligación de salir a trabajar. Mi papá, en 1990, había dejado el taxi y en sociedad con mi tío Andrés, abrió un kiosco en pleno Belgrano: Ciudad de la Paz entre Juramento y Mendoza, al lado de una calesita que desapareció a fines de los Noventa. En este comercio, más adelante, yo también trabajaría.
Por el momento, estaba decidido a seguir con la carrera de prensa, con un agregado: intentaría trabajar en el medio, algo que no era sencillo. El objetivo se facilitaba teniendo buenos contactos, buen «chamuyo», o ambos. En mi caso, carecía de las dos cosas. Aunque contaba a mi favor con mi capacidad de trabajo «hormiga» y una férrea perseverancia. Para lograr la meta, puse en marcha una tarea ciclópea, pero, para mí, que me gustaban las estadísticas, apasionante. Consistía en armar unas planillas que contenían los jugadores de la década del 80, cada uno con sus respectivas presencias, goles y expulsiones. Todo, minuciosamente ordenado y separado por años, desde los que más habían jugado, hasta los que actuaron un solo partido. Así lo hice con Boca, River y Racing. ¿Por qué estos tres? Sabía que eran clubes que contaban con sus revistas partidarias. Mi idea era entregar las notas en dichos medios, que según yo pensaba, oficiarían como una buena carta de presentación en mi búsqueda laboral.
Aclaración importante: hoy en día, con tanta tecnología y la inmensidad de Internet, estos números se podrían obtener investigando un rato frente a una computadora. En aquellos tiempos, yo tenía a disposición papel, lapicera, la colección de El Gráfico de mi tío, y mi entusiasmo.
El mismo trabajito lo hice con Excursionistas, por hobby, ya que aquí no tenía el propósito de conseguir ningún empleo. Como la Primera C no salía en el famoso semanario, me valí de las revistas partidarias y la Sólo Fútbol. Los partidos que me faltaban, fui a buscarlos a la hemeroteca de la Biblioteca Nacional, que por aquel entonces funcionaba en la calle Moreno, en el centro porteño.
¿Qué sucedió con mi periplo? A River nunca llegué a ir, en Boca dejé las planillas y nunca me llamaron, mientras en la Academia se cumplió mi meta. Pacho Vera, director del semanario «Racing, una auténtica voz racinguista», se interesó por mi elaborado informe y enseguida quedé «contratado». Mi primer trabajo salió publicado una o dos semanas después, en junio de 1991. Era otra planilla estadística referida a la actuación del equipo en el torneo que estaba por concluir. Mi remuneración fue un billete de cinco pesos que Pacho extrajo de su bolsillo y me entregó en mano, probablemente, muy poco, aunque en lo personal, ese primer pago, por la alegría que me provocó, significó una fortuna. Seguiría en esta revista un par de años más, haciendo notas de diversa índole, estadísticas y comentarios de partidos, para lo cual fueron numerosas las tardes que, ya sea a cotejos oficiales como a entrenamientos, asistí al Cilindro de Avellaneda.
Además de presentar mis trabajos en estos medios partidarios, lo hice en Sólo Fútbol, la revista dedicada al ascenso y a las estadísticas de fútbol en general, por excelencia. El resultado que arrojó esta incursión, por lo extenso, amerita un capítulo aparte, que corresponde a la próxima temporada.
En relación a Excursionistas, en 1990/91 pude seguir su campaña como nunca antes, pues también lo hice en condición de visitante y a canchas más apartadas del ámbito capitalino. Mi estreno se produjo nada menos que en la Isla Maciel, gracias a una invitación de Esteban Bekerman, un compañero del Círculo, que desde los 16 años hacía colaboraciones precisamente, para Sólo Fútbol. En la revista le encomendaron la cobertura de este encuentro, jugado el 18 de agosto del ‘90, y finalizado con un empate en un gol.
Con Esteban -que ya tenía experiencia en haber ido a este estadio- tomamos un colectivo hasta La Boca, cruzamos en bote el Riachuelo y tras caminar unas cuadras por el barrio, arribamos sin inconvenientes. De más está decir que la jornada completa resultó una emocionante aventura desde lo personal.
Catorce días después, el 1º de septiembre, tendría lugar la emoción más grande de la temporada. El 3 a 1 a Defensores lo vi con mi tío Andrés desde la platea del estadio de Núñez. Por considerarlo un partido de riesgo, Andy optó por ir allí, y aunque yo hubiera preferido estar en la popular visitante, no puse objeciones. Nunca me arrepentí, ya que esa ubicación me sirvió para disfrutar desde una posición privilegiada del triunfo y del júbilo desatado por la gente de Excursionistas desde muy temprano.
No pudimos gritar los goles, es verdad, pero tampoco me importó celebrarlos en silencio. Al final del partido, de puro inconsciente, estuve a punto de arruinarlo todo; estando contra una de las barandas, en lo alto de la platea, comencé a exteriorizar mi alegría, como desafiando a los apesadumbrados hinchas locales que se hallaban a unos pasos de distancia. Mi tío, seña mediante, velozmente me llamó a la cordura. Y es el día de hoy que le agradezco a Dios que nadie haya notado mi imprudencia. De lo contrario, hubiéramos podido pasarla realmente muy mal.
Al margen de esta escena en particular, hoy pienso, ¿por qué es descabellada una celebración en medio de simpatizantes adversarios? Claro, la violencia y la intolerancia esquistada en una sociedad enferma, es la respuesta. Aunque tanto nos acostumbramos a vivir así, que ni siquiera nos damos cuenta.
Un dato de color
Colegiales eliminó al Verde en los cuartos de final del octogonal. Sería el inicio de una insólita serie de traspiés frente a los de Munro en torneos reducidos. A partir de este campeonato, se cruzaron cinco veces y en todas Excursionistas quedó en el camino. Este es el detalle completo:
-1990/91. Cuartos de final. En Tigre, local Excursionistas (desde el punto del penal).
-1991/92. Cuartos de final. En Colegiales.
-1998/99. Cuartos de final. En Excursionistas.
-2001/02. Cuartos de final. En Colegiales.
-2004/05. Semifinal. En San Lorenzo, local Excursionistas.
Pese a todo, en el historial sigue arriba el Verde. Al cabo de la temporada 2016/17, cuando jugaron por última vez hasta la redacción de estas líneas, las victorias eran 43 (160 goles a favor), 34 las derrotas (143 goles en contra) y 31 los empates.
Y una anécdota personal
13 de octubre de 1990. Excursionistas empató 0 a 0 en Zárate. Pero yo estuve en la tribuna de madera de Pampa y Miñones. No es que me haya equivocado de cancha. En Excursionistas, también se jugó un partido: Fénix 2-Brown de Adrogué 1, por la final de ida del octogonal de Primera D. Quiero destacarlo, porque este sábado tuvo un sabor especial para mí. Fue la primera y única vez que llevé a mi abuelo Enrique a la cancha. En realidad, fuimos en el colectivo 42, junto con él y con mi primo Edy, que entonces tenía 11 años.
El sábado había empezado como tantos otros, ligado a la tradición familiar del almuerzo en el hogar de nuestros abuelos, en Colegiales. En cierto momento, le tiré la propuesta al querido Enrique, de que fuésemos los tres al Bajo. Mi proposición no era antojadiza, sino que se basaba en la simpatía que él le tenía a Fénix, cuyo campo de juego estuvo en el barrio en sus orígenes. Guardo en mi memoria, el borroso recuerdo de una caminata a su lado, por los alrededores de la cancha, cuando todavía existía la villa de Colegiales, desaparecida en 1978. El gobierno militar erradicó la villa y casi al mismo tiempo, el viejo Fénix fue expropiado de los terrenos donde estaba en forma precaria, y que pertenecían al Estado. Desde entonces, ejerció la localía, deambulando por la Capital y el Gran Buenos Aires. Mi abuelo era un ferviente boquense, pero siempre seguía los resultados de Fénix. Esa era, por lo tanto, una gran oportunidad para que lo viera en vivo, y encima, con la motivación de una final.
Mi idea no lo entusiasmó al principio. Creo que era su salud, ya algo deteriorada, la razón que más lo frenaba. Dubitatitvo, me respondió que lo pensaría. Como siempre, luego de almorzar, se acostó a dormir la siesta. Al levantarse, modificando radicalmente su postura, me dijo algo así: ‘Y, ¿cuándo vamos a la cancha?’.
En minutos emprendimos el viaje. Caminamos cuatro cuadras hasta la parada de Federico Lacroze y Conesa, y llegamos a tiempo para el arranque de la final. Me sorprendió el escaso marco, sobre todo por Fénix, del que esperaba mayor cantidad de público. En la tribuna de José Hernández había una barrita de unos treinta hinchas y en el resto del sector local, no sé si habría cien más. Los de Brown se ubicaron en la cabecera de Pampa. Sumarían unos doscientos, con barra bullanguera incluida.
Unos quince metros a mi derecha, sentado en las graderías, pude divisar a Pedro Mingo. Supongo que no éramos los únicos hinchas de Excursionistas que fuimos a curiosear al Bajo Belgrano esa tarde. Como prueba, recuerdo que cerca del final, Pedro le comentó a alguien que el Verde había empatado 0 a 0 con Defensores Unidos.
En cuanto a Fenix, perdió la revancha en Temperley, por idéntico marcador, y jugó con Brown un tercer partido en Laferrere, que perdió por 3 a 0.
El querido opi Heinz (abuelito Enrique, de acuerdo a la cariñosa traducción proveniente del idioma alemán) no pudo ser testigo del ascenso de «su» Fénix. Pero entiendo que aquel sábado, sí logró disfrutar de la compañía de sus nietos en el inusual contexto de un evento deportivo, siendo el fútbol tan afín a sus sentimientos.
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