lunes, 10 de agosto de 2020

GRACIAS SEÑOR, GRACIAS POR HACERLO…

Publiqué esta nota en junio de 2016. Tenía ganas de volver a compartirla...
«¡Otra vez no! Siempre lo mismo con Excursionistas…», pensé. Desconsolado, dejé la radio apagada, oculté el twitter en una ventana de la compu y me concentré en seguir trabajando en otro sector de la PC. Excursio perdía 1 a 0 con Central Córdoba, con un jugador menos y Cachete Ruiz, afuera por lesión. Italiano ganaba 1 a 0 y pasaba al frente de la tabla. La tarde de martes pintaba muy mal. Cuando más cerca que nunca estaba, el ascenso se escapaba una vez más.

De pronto, a mi memoria vino un hecho concreto. Recordé un episodio del año 2002 o 2003: algunos allegados al club habían convocado a una mujer para que hiciera trabajos de sanación en nuestra cancha. El largo tiempo que el Verde ya acumulaba sin alegrías, motivó a esos hinchas a alentar esa suerte de brujería para erradicar el presunto mal que afectaba a Pampa y Miñones. Desde mi posición de director de la revista «Soy de Excursio» no sólo no repudié la iniciativa, sino que hasta le hice una nota a la señora que alejaría los supuestos espíritus negativos que tenía el club. Aquella temporada culminó y Excursio, no ascendió. Tampoco peleó arriba y terminó por aquellos tiempos, luchando para no descender a Primera «D».
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En enero de 2012, acepté a Yeshúa (Jesús, en su idioma original, el hebreo) como salvador. Inconvenientes personales me impulsaron a buscar su ayuda. Soy judío por herencia, aunque la religión no me interesaba y desconocía casi por completo los conceptos básicos del cristianismo. Sin embargo, el día que imploré por Su ayuda, instantáneamente Dios me demostró que allí estaba, y en ese mismo momento encontré una paz sobrenatural, considerando el sufrimiento que mi atribulada mente atravesaba minutos antes. A partir de aquel día comencé a leer una Biblia que me había regalado mi tía Inés y que por más de diez años, durmió en el cajón de mi mesita de luz.
Con el correr de los años, descubrí que se puede tener una relación con Dios sin que haga falta tener una religión. Y entendí que El no sólo propone ayudarnos mientras vivimos en este mundo. Además, y lo que es más importante, encontré respuestas a los grandes interrogantes del ser humano: ¿Qué somos, de dónde venimos, adónde vamos después de morir? La lectura de la Biblia, la oración y el hecho de  comenzar a congregarme -algo totalmente impensado en mi vida anterior- pasó a ser parte de mis días. En abril de este año, me bauticé en la Iglesia El Buen Pastor, de Federico Lacroze y Zapiola, congregación a la que había empezado a ir al día siguiente de aquel encuentro con Yeshúa, el Mesías.
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Segundos después de que viniera a mi cabeza el recuerdo del episodio de la mujer sanadora, recordé un pasaje de la Biblia (Deuteronomio 18; 10-12).
10. No sea hallado en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni hechicería, o sea agorero, o hechicero,
11. o encantador, o médium, o espiritista, ni quien consulte a los muertos.
12. Porque cualquiera que hace estas cosas es abominable al SEÑOR; y por causa de estas abominaciones el SEÑOR tu Dios expulsará a esas naciones de delante de ti.
El versículo es claro: por ser afines al paganismo, Dios rechaza este tipo de prácticas, algo que incluso, ignoran muchos que dicen ser cristianos.
De inmediato, arrepentido, me encontré bajando la cabeza en dirección al teclado y cerrando los ojos, oré. Fue, en síntesis, algo así: «Señor, te pido que me perdones por no haber rechazado aquellas prácticas y si me lo permitís, me atrevo a pedirte pedón en nombre de toda la gente de Excursionistas. Sé que en la vida hay cosas muchísimo más importantes y nunca tendría la intención anteponer el fútbol a ellas. Pero si está en tu voluntad, te pido que aceptes estás disculpas y que a nuestro club le vaya bien…En el nombre de Jesús, amén».
Momentos más tarde, posé la mirada en la ventana del twitter y viendo que en la cuenta de @ExcursiOficial había dos nuevos mensajes, con cierta expectativa, hice click encima. Grande fue mi asombro al comprobar que los dos tweets correspondían a ¡dos goles de Excursionistas! Aún en inferioridad numérica habíamos logrado dar vuelta el partido. Yo no sabía si reír, llorar, si agradecerle a Dios o si perdirle nuevamente perdón… Emocionado, procuré seguir trabajando en la PC mientras ahora sí, más pendiente que nunca de @ExcusioOficial estaba… Claro, todavía faltaban 20 minutos y la ansiedad iba en aumento. Eran minutos que no pasaban nunca. Cerca del final, otro tweet me sacudió: penal para Central Córdoba. «Y sí, somos Excursionistas…», reflexioné amargamente. Los pensamientos negativos vinieron a mi cabeza. Pero una vez más oré: «Señor, si es tu voluntad que a nuestro club le vaya bien, por favor hacelo…». Pedí perdón por no haber tenido fe, por no haber confiado en que Dios puede materializar cualquier milagro. Y cuando volví a clickear decía: ¡Atajó Yovino!
Totalmente shockeado, tuve que interrumpir el seguimiento en el momento culminante: había que salir a la calle porque el micro escolar traía a mis hijas del colegio. Al volver, temblorosamente revisé el twitter y Excursio, con ocho hombres contra once, y sin su mejor jugador, había ganado en Rosario. Encima, Liniers le había empatado sobre el final a Italiano y quedábamos como únicos punteros. ¿Qué más se podía pedir? Con sólo ganar el próximo partido, éramos campeones y volvíamos a la B Metro después de 21 años. ¿Si todo esto no era obra de Dios, qué era?
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En la previa al partido con Sacachispas tenía una calma desacostumbrada para este tipo de finales. Ingresé a la cancha a los pocos minutos de juego. Me ubiqué en la platea. En el segundo tiempo me paré junto a mi tío Andrés y mi primo Eduardo, que tenían un nerviosismo elocuente. Si bien yo había llegado con la tranquilidad de saber que seríamos los campeones, íntimamente la situación fue variando. Nos abrazamos en el gol de Montenegro, pero tras el gol de Italiano ante Barracas, confieso que el temor creció dentro de mí: un gol de Sacachispas no nos permitiría festejar. Por supuesto, estaba en un estado de oración permanente. El miedo que sentía no me gustaba. ¿Y si hoy no ganamos?, pensé. Nuevamente, con culpa, pedí perdón por mi falta de fe. Con las sensaciones que tuve en esos instantes, hubiera podido escribir varias páginas de un libro.
A los 40, gol de Sacachispas. Ayala. 1 a 1. Cuando vi que la pelota tocaba la red, hechos similares a éste, pero ocurridos en años anteriores, pasaron por mi cabeza en milésimas de segundo. Decenas de frustraciones me atravesaban el corazón con enorme desolación mientras observaba a ese puñado de hinchas de Saca celebrar en la tribuna de enfrente, en contraposición a ese silencio tan temido en el resto del estadio. Un silencio desgarrador que el pueblo albiverde conocía tan bien.  Siempre en esa pequeñísima fracción de tiempo, reflexioné: «Si ésta es tu voluntad, Dios, que así sea…»
De pronto, un griterío me hizo estremecer. ¡Lo anuló por orsay! La radio, hablaba de que estaban en la misma línea. Nuevamente, como en el penal atajado por Yovino, no sabía si reír o llorar; si pedir perdón o agradecerle a El lo que estaba sucediendo a las 17.15 de aquél inolvidable 11 de junio de 2016. E hice todo eso, simultáneamente. Después, sólo fue cuestión de aguardar la pitada final. Los cinco minutos de descuento acarrearon otra dosis de incertidumbre. Pero luego de lo que acaba de acontecer en estos cuatro días, ¿qué más podía pasarnos? No, ya estaba… Nadie podría quitarle a Excursionistas su título de campeón. ¿Quién levantó la bandera del juez asistente? ¿Quién había permitido que Yovino adivinara la punta del ejecutor de Central Córdoba? ¿Quién había llevado a Liniers -el último de la tabla- a empatarle al puntero sobre el epílogo del partido?
¿Todo fue pura coincidencia? Para algunos, quizás sí. Yo, en cambio, elegí creer.
Enseguida, el árbitro pitó el final y se desató la fiesta. Excusionistas era campeón.
Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.

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