Entender de qué se trata la disciplina.
Cuando algunos escuchan el concepto bíblico “en la obediencia está la bendición”, piensan automáticamente en que Dios es un dictador: si no lo obedeces te castiga. A menudo caigo en la tentación de creer lo mismo, influido por varias circunstancias, como ser una lectura incompleta de las Escrituras o porque el mensaje de la Palabra a lo largo de los tiempos, fue distorsionándose, hasta presentar a Dios como un ser monstruoso y no como el Padre que ama a quienes dio la vida.
Para salir de este engaño, me resulta útil formularme el siguiente planteo: si tengo un hijo que no me hace caso, que me desobedece constantemente, ¿voy a darle todos los gustos o intentaré encarrilarlo aplicándole algún método disciplinario? Nada tiene esto que ver con una falta de amor. Un buen padre no deja de serlo por corregir al hijo indisciplinado. Más aún, tal vez no sea un buen padre si lo deja obrar a su antojo, y con su comportamiento, el hijo comete graves equivocaciones.
Por el contrario, el hijo que se porta bien, que respeta a sus padres, que los obedece ¿cuántas veces ha sido premiado por parte de éstos, que están dichosos al ver su buena conducta? Esto sería el equivalente a “en la obediencia está la bendición” de lo se que habla en la Biblia. Claro que como el concepto se encuentra en las páginas de este libro al que tanto se ha pretendido degradar, cualquier oportunidad es propicia para que los que le dan la espalda a Dios, lo vean como un ser malvado y carente de amor hacia la criatura que él mismo formó.
Si se toman partes sueltas de las Escrituras sin analizar la Palabra en todo su contexto, o directamente sin siquiera abrir el libro, como es tan frecuente, no será difícil seguir este razonamiento. Por el contrario, dedicándole a la lectura y su análisis un tiempo prudencial, será menos complicado llegar a la conclusión de que Dios no es ningún malvado, sino que Su amor es tan grande, que incluso entregó su propia vida para que sus hijos sean salvos.
Un sustento bíblico:
Porque el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido. (Proverbios 3:12).
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