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Excursio...
El impacto del descenso no incidió en la continuidad de Darío Espósito. El técnico había vuelto al club en el tramo final del Clausura de la B, cuando el equipo estaba muy debilitado por el promedio. Así y todo, llegó hasta la última fecha con chance de mantener la categoría. En esta nueva etapa contó con estos refuerzos: Frágola (Platense); Gallardo (Central Ballester); Giles (Colegiales); Ibarra (Villa Dálmine); Messina (Estudiantes); Pastorini (Comunicaciones); Santucho (Juventud Unida); Serrano (Defensores); y el arquero Gervasi (Almirante Brown).
El plantel tuvo la baja de varios jugadores: Frías, Diego Gómez, Lúquez, Martín, Maslauskas, Mazza, Sosa, Savva, Tremonti, Tedini. Los tres últimos, se habían marchado antes de que concluyera la temporada.
Párrafo aparte para dos hombres muy identificados con los colores que, habiendo cumplido un ciclo, se alejaron por motivos diferentes: Horvath (abandonó el fútbol) y Gorsd (firmó para Italiano, donde asendería a la B Nacional, con Ricardo Caruso Lombardi como entrenador).
Una importante modificación reglamentaria alcanzó a partir de este año a todo el fútbol argentino. Consistía en que al conjunto ganador, se le sumarían tres puntos en lugar de los históricos dos. El formato de disputa para el campeonato de la C, continuaba con Apertura y Clausura, un campeón que sería dirimido entre los ganadores de cada uno, y un Reducido originado por los clasificados del segundo al noveno de la tabla general.
Excursionistas fue una sombra tanto en el primero como en el segundo torneo. En el Apertura terminó decimosegundo, a 14 puntos de su ganador, Atlético Campana. En el Clausura -salió decimoquinto-, lo hizo a 20 puntos de Leandro N. Alem, el ganador. Por supuesto, no llegó ni siquiera a meterse en el Reducido.
Reflejo de esta pobre campaña, el equipo fue conducido por tres entrenadores: Darío Espósito, Luis Nicosia y Jorge Dubanced. Eso no fue todo: la subcomisión de fútbol también dirigió durante dos períodos (entre Espósito y Nicosia, y entre Nicosia y Dubanced), totalizando más partidos que los propios entrenadores.
Más de dos meses después de la última fecha del campeonato, Excursio enfrentó a Brown, que estaba en la divisional B. ¿Por qué? A fines de redistribuir la cantidad de participantes en las cuatro categorías de ascenso, la AFA dispuso torneos reclasificatorios por eliminación directa. Todos estaban habilitados para disputarlo, independientemente de su posición final en la tabla. El equipo de Dubanced se encontró así con una chance extra de pelear un ascenso, impensada un par de meses atrás. Como ya había pasado un tiempo largo desde el cierre de la temporada regular, varios jugadores ya no formaban parte del plantel (Szeszurak, Maidana, Lazarte y Vitale, los casos más notorios) y el Verde presentó varios rostros juveniles. Pese a todo, en cancha de Riestra, le hizo fuerza a un adversario experimentado como Brown. Empataron 0 a 0, pero en los tiros desde el punto penal, los de Adrogué ganaron 4 a 2 y fueron los que se clasificaron para segunda fase.
Y yo...
Mi condición de periodista acreditado en AFA por Esto es El Ascenso, me habilitaba para ingresar a cualquier estadio del fútbol argentino. Sacándole máximo provecho a este beneficio, utilicé el carnet para ver partidos de todas las divisionales. A tal punto llegó mi periplo, que esta temporada batí el récord de encuentros presenciados: 75, a razón de uno cada menos de cinco días. La variedad era ta amplia que iba desde un River-Boca, hasta un Atlas-Fénix (por la Primera D), pasando, por ejemplo, por Boca- Independiente (Primera A), All Boys-Chacarita (Nacional B), Colegiales-Estudiantes (Primera B) o Lamadrid-J. J. Urquiza (Primera C). Mi último partido de la temporada ‘95/96 fue la goleada por 6-1 que Rosario Central le propinó a Argentinos, en Atlanta, provocando el descenso de los Bichitos al Nacional B.
Desde 1993 parte de mi familia estaba radicada en General Roca, Río Negro. Mis tíos Inés y Moisés, mi abuela Gertrudis, mi prima Pupi, junto con su esposo Jorge y sus hijos Débora y Matías, se habían mudado al Sur de la República, y yo los visitaba al menos un par de veces al año. Mis estadías en el querido hogar patagónico, solía acompañarlas, también, con una cuota de fútbol. Es así que integrando mi extensa lista de asistencias, figura un cotejo por el Torneo Argentino: General Roca 3-Grupo Universitario de Tandil 1.
De Excursionistas, entre localías y salidas del Bajo Belgrano, totalicé diecisiete partidos.
Esta travesía, estaba asociada a un proyecto que puse en práctica, cuyo objetivo era el de fotografiar la mayor cantidad posible de estadios del fútbol argentino. Al cabo de unos años, logré hacerlo con la gran mayoría, a excepción de los del Interior, como ser Rosario, Córdoba y La Plata.
Si bien hoy en día, con tanta tecnología disponible, resultaría más sencillo, 25 años atrás no era tan cómodo. Había que comprar el rollo de 24 o 36 fotos, cuidarse de no malgastarlas, mandarlo a revelar sin saber cómo habían salido, y por último, retirar las fotos del negocio especializado. A las canchas del ascenso yo solía llevar mi mochila con estos elementos: máquina fotográfica a pilas, grabador -también a pilas-, radio, anotador y teléfono celular, de color gris, tamaño «ladrillo» y la marca ya inexistente, Movicom. En tiempos actuales, casi todo podría concentrarse dentro de la estructura de un celular de los más comunes.
En abril del ‘96, mucho lamenté el fallecimiento de mi abuela materna, la anfitriona de los sábados, la de los platos de sopa con caldo de gallina o de choclo en la cocina de la calle Zapiola; la del gulasch, las albóndigas o los bifes a la criolla con puré de papas. Pero, por sobre todas las cosas, Omi Ruth, la dulce transmisora de un amor que estaba más allá de las palabras.
Un dato de color
Para jugar este torneo arribó al club Daniel Horacio Messina. Tenía 33 años y era portador de una notable trayectoria en canchas de la Argentina y el exterior. Nacido futbolísticamente en River, uso la casaca de la banda roja entre 1981 y 1983. Su currículum incluye un gol en el superclásico: con sólo 20 años, se lo hizo a Hugo Gatti, desde 35 metros. Ese día River le ganó a Boca por 2 0 en La Bombonera. En la máxima división, pasó luego por Vélez y Huracán, antes de iniciar su travesía por el continente americano, donde actuó para equipos de Bolivia, Chile, Perú y El Salvador.
De vuelta en la Argentina, actuó en Estudiantes de Caseros, previamente a fichar para Excursionistas, donde jugó únicamente esta temporada, completando 24 partidos y dos expulsiones. Después de un efímero paso por Argentino de Merlo se retiró y sólo unas semanas más tarde, empezó su carrera como técnico... en Excursionistas. Su actuación en esta función sería más prolongada que la que tuvo en su rol de jugador. Dirigiría al Verde en 1996/97, 1997/98 y 1998/99. Fueron dos etapas en las cuales, asomborsamente, considerando victorias y derrotas, alcanzó una paridad total: en 72 partidos, sus dirigidos ganaron 23 veces, empataron 26 y perdieron 23 (93 goles a favor y 98 en contra). Se despidió del club en junio de 1999, tras la eliminación con Colegiales en cuartos de final del octogonal.
Tres veces enfrentó a Excursio como entrenador: obtuvo un triunfo dirigiendo a Villa Dálmine(2000/01) y dos derrotas con Acassuso (2004/05).
Y una anécdota personal
Luis Maidana jugó su última temporada para Excursionistas, completando una trayectoria de seis años, 176 partidos y 34 goles con la camiseta verdiblanca. Había llegado sin mucho ruido de Muñiz pero en base a juego prolijo, buen trato de pelota y destreza como conductor, con el tiempo se transformaría en un jugador muy querido por los hinchas. Su primer gol se lo marcó a Defensores, la tarde del 3 a 1 en Núñez. Sería su único grito en ese campeonato, donde tapado por compañeros de más trayectoria, no llegó a conquistar la titularidad, algo que sí haría a partir de la próxima temporada: la 1991/92.
Mi experiencia personal con Maidana empezó a darse a partir de mi labor en Esto es El Ascenso, que impulsó mi asistencia a partidos y prácticas de Excursio, y a entablar una relación más fluida con jugadores y cuerpos técnicos.
La anécdota se remonta a 1992. Gracias a cierto grado de confianza que tenía con él, una mañana, luego de un entrenamiento, me animé a ingresar a la antesala del vestuario y pedirle una prenda de Excursionistas. A lo mejor, mi objetivo de máxima haya sido una camiseta, a lo que seguramente, Maidana -un muchacho callado y humilde- me respondió con el típico «no tengo nada». Lo concreto, es que me obsequió un pantaloncito negro, creo que no oficial, sino uno que usaba para entrenar. Es probable que lo haya tenido puesto ese mismo día, porque la prenda estaba sucia. En ese estado me lo llevé de Pampa y Miñones. Bueno hubiera sido, aunque más no fuera, contar con una bolsa para ponerlo, pero no la tenía. El profesor Alejandro Mur (PF de Pablo Centrone) me acercó en su auto hasta la parada. Muy contento, con el pantaloncito negro en la mano, subí al colectivo y me fui a mi casa.
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