domingo, 22 de noviembre de 2020

EXCURSIONISTAS 1997/98


  Este es sólo uno de los 40 capítulos de "Excursionistas y yo".  El libro completo podés leerlo y descargarlo gratuitamente con sólo clickear sobre la tapa, arriba y a la derecha de este blog.   Foto: agradecimiento Adrián Bollici.

 Excursio...

Muy numerosos fueron los refuerzos contratados para encarar el nuevo certamen. La legión de incorporaciones quedó conformada por Pablo Borella (Acassuso), Diego Cerenza (inferiores de Argentinos), Luis César Fernández (Chicago), Ezequiel Gigante (Luján), Alberto López Turitich (fútbol chileno), Alejandro Lorenzo y Gabriel Calabrese (Riestra), Alfredo Maldonado (Estudiantes de Río Cuarto), Gabriel Márquez y Ariel Olivetto (El Porvenir), Martín Míguez (Platense), Alfredo Palacios (Brown de Adrogué), Héctor Leguizamón y los arqueros Luis Deleva (Temperley) y Andrés Pattón Urich (Argentino de Merlo). Se registró además el regreso de Jorge Chaves, Gustavo Pérez y Osvaldo Lemos, que habían actuado un año en otros clubes.  
Del viejo equipo permanecieron Abbona, Brotto, Colantone, Pablo Fernández, Riganti y Weimbinder, lo que sumado a otros chicos "made in casa" como Folino y Masses, generó un voluminoso plantel. Más aún, la pobre campaña de Excursio en esta temporada, dejaría un saldo récord en cuanto a jugadores utilizados, ya que en función de todos los juveniles que fueron haciendo su aparición en la primera, la cifra trepó a 41 futbolistas.
La inestabilidad también se vio reflejada en los directores técnicos. Daniel Messina, en principio, tuvo su continuidad, pero tras el octavo partido de la actual temporada le dejó su puesto a Abel Moralejo, que duró nada más que siete fechas. Regresó entonces al club Darío Espósito, pero se quedó todavía menos: seis partidos. Finalmente, se produjo el regreso de Messina, que así cómo había empezado el proceso, lo terminó.       
Sobre la campaña no hay mucho para destacar. Excursionistas igualó sus tres primeros encuentros y a partir del cuarto (una derrota por 1 a 0 con Deportivo Merlo, en cancha de Flandria) un bajón del que ya no saldría, lo llevó a los últimos puestos de la tabla. De los 38 partidos, sólo ganó cuatro, empató nueve y perdió los 21 restantes.  
La segunda mitad de la campaña tuvo números notablemente bajos: sobre 17 partidos, ganó uno, empató tres y perdió trece. Dentro de la temporada global, soportó además dos rachas de nueve fechas sin conocer la victoria.
En el cierre de la temporada se agregaron dificultades extradeportivas. La Justicia decretó la quiebra y clausuró las instalaciones a raíz de una deuda reclamada por Alexis Sosa, que pasó por el CAE en 1994/95. La complejidad de las circunstancias derivó en un cambio de autoridades. Poco antes del epílogo del campeonato, se realizó una asamblea de socios y la Comisión Directiva completa se alejó después de unos siete años de gestión. Rogelio Pita dejó de ser el presidente, asumiendo en su lugar, Camilo Scorpaniti que encabezaba un nuevo grupo de dirigentes.
Su última jornada como local -con Lamadrid-, Excursionistas debió programarla en Barracas Central.    
El Apertura lo ganó Ituzaingó. El Clausura, Flandria. En la final se coronaron los de Jáuregui mientras el segundo ascenso fue obtenido por Lamadrid. Sobre un total de 18 equipos, Excursionistas ocupó el decimoquinto lugar en el Apertura. Y tanto en el Clausura como en la tabla general, terminó último.


Y yo...

La cantidad de estadísticas acumuladas sobre la historia del CAE, me condujo hacia la determinación de escribir un libro, al que titularía "Exursio, Una Historia de Amor y Aguante". Abarcaría el último cuarto de siglo: desde 1972 hasta 1997. ¿Por qué estos 25 años? Es que eran quizás eran los más sufridos, de acuerdo al descenso a la C del '72, pero también, "para una generación de numerosos hinchas el sentimiento surgía con más fuerza a medida que las privaciones se acumulaba", redacté en la presentación de la obra.
Por otra parte, era el período del cual tenía más datos. De haber querido hacerlo desde el nacimiento de la institución, hubiese demorado más tiempo, el costo monetario hubiese sido mucho mayor e ignoro si bajo estas circunstancias, la idea se hubiera cristalizado.
Este proyecto me insumió una buena cantidad de meses, tal vez, más de un año, entre reunir el material, completar los datos faltantes, hacer los reportajes (el libro iba más allá de la estadísticas) , buscar la publicidad para solventar los costos y que me quedaran unos pesos, y finiquitar los detalles para que la publicación viera la luz, cosa que sucedió en marzo de 1998.
La decisión de llevar adelante este emprendimiento resultó una gratificante experiencia. La Hemeroteca Nacional, de Agüero y la Avenida Figueroa Alcorta, me tuvo entre sus lectores durante muchas jornadas. Pero dado mi gusto por las estadísticas, esto no lo sentí como una carga, más bien, lo tomé como una costumbre de lo más placentera.
No menos gozosa fue la tarea de entrevistar a ex jugadores, técnicos, dirigentes, hinchas y personajes ligados a la historia albiverde. Sumé 28 reportajes, entre todos los protagonistas. Con respecto a quienes habían vestido la casaca del club, varias de las notas las hice en Pampa y Miñones: Houseman, Ronci, Szeszurak, Sanabria y Sáenz. Otras, transcurrieron en la casa de los entrevistados: Horvath, Omar Masciotra y Caimi. Con Mazariche charlamos en el puesto de flores, que el ex volante tenía en Avenida de los Incas y Superí. Con Menconi, en cercanías de la estación San Isidro, su zona de residencia. Con Seria -que manejaba un taxi-, en las inmediaciones de La Pampa y Figueroa Alcorta. Con Machín, en la AFA. Con Brotto, en el bar contiguo al edificio de la calle Viamonte.
Dejo para el final a dos casos especiales: Gorsd y Fonseca Gómes.
Gorsd ya jugaba en Argentinos Júniors -Nacional B- cuando le hice la nota. Como el equipo que dirigía Chiche Sosa entrenaba en Ezeiza, pacté con Ventanita: lo acompañaría hacia allí y grabaríamos el reportaje durante el viaje en su auto. En el predio, aprovecharía para hacerle una nota al técnico Sosa, para la revista Esto es El Ascenso.    
A Germán, finalmente, lo entrevisté en el viaje de regreso, una vez que se bajó del auto Sergio Luque, su compañero en el plantel de los Bichitos y, casualmente, con quien competía en la posición de zaguero central.
El reportaje a Fonseca, en función de una sugerencia suya, fue hecho en el Unicenter. "Cuando le hagas la nota a Oscar avisame, me gustaría ir con vos", me advirtió Mariano Vitale, uno de los pocos que sabían que yo estaba escribiendo este libro. Había admirado muchísimo a Fonseca, por eso, con tantas ilusiones, deseaba estar en la reunión. Efectivamente, el día convenido, los tres estuvimos en el shopping de la Zona Norte y Mariano encontró una gran oportunidad de expresarle en forma personal su admiración al ex wing izquierdo.
Al margen de lo acontecido en el club, el '98 fue el último año de la revista Esto es El Ascenso, que en 1992 habíamos creado con mis compañeros de la Escuela del Círculo de Periodistas Deportivos. Por cuestiones internas que iban más allá de la relación amistosa que al día de hoy mantengo con mis ex pares de la revista, desde fines del '96 yo me había convertido en su director y único propietario.  
Debido a nuevos proyectos, cierto agotamiento, y la convicción de que un ciclo estaba cumplido, en junio de 1998 salió el último número. Un mes después, aparecía la primera edición de  La Voz del Futsal, la revista que, a más de dos décadas de su nacimiento, aún continuaba dirigiendo.

Un dato de color

El bajo nivel deportivo, contrastó con una alta exposición mediática que el CAE tuvo esta temporada. ¿La causa? La serie televisiva RR.DT, que emitió Canal 13. En la sinopsis Carlos Andrés Calvo era Rodolfo Rojas, un veterano futbolista de Defensores de Belgrano que poco después de haber colgado los botines, iniciaba su carrera de entrenador en Excursionistas.
Las escenas filmadas en Pampa y Miñones abundaban. Osvaldo Santoro (Ferré, en la ficción) encarnaba al presidente de Excursio. Diego Peretti (El Goma) hacía de "hincha caracterizado". Mariano Martínez (Miguel) era miembro del plantel y a la vez, hermano de Rodolfo. El Ruso Vera (Zamudio) era el arquero del equipo, que además tenía integrantes como Luciano Castro (Cilandro) y Nicolás Vázquez (Bertuccio).
Al margen de lo deportivo, el argumento se centraba en la vida personal de Rodolfo, que como en toda novela, se topaba con cuestiones amorosas que resolver. Por ejemplo, en la primera de las dos temporadas, la trama ligaba sentimentalmente a Carlín con Nancy Dupláa, cuyo personaje era el de la hija del presidente del club.
El final de la serie se precipitó en mayo de 1998, cuando RR dejó Excursionistas para irse a Venezuela, desde dónde había recibido una oferta laboral.
Hubo un día en que realidad y ficción se fusionaron. El 18 de octubre de 1997, Carlín hizo su aparición en el Bajo Belgrano, no para actuar sino para presenciar un partido oficial. Sentado en la platea, vivió fervorosamente el encuentro con San Martín, alentando al equipo mediante fuertes gritos.  
Este sábado el equipo de Moralejo ganó 1 a 0 con gol de Brotto, lo que constituyó un oasis en medio de la magra campaña.

Y una anécdota personal

Dentro del conjunto de publicidades que conseguí para la realización del libro, había, sobre todo, comercios del barrio y negocios de los simpatizantes que solían respaldar económicamente a la institución. Además, coloqué una propaganda distinta, con este texto: "El elenco de RR.DT a nuestro querido Club Atlético Excursionistas". No había hablado con nadie relacionado al programa, pero pensé que al tener el libro publicado, habría posibilidades de que algún directivo de Polka -la empresa que producía la novela- considerara mi solicitud de apoyo publicitario. No existía ninguna seguridad de ello, pero tampoco tenía mucho para perder.
Procuré poner en marcha mi plan una vez que el libro vio la luz. En definitiva, no apunté a la búsqueda de ninguna autoridad de la productora. Deduje que lo mejor sería ser pragmático e ir por alguien al que pudiera encontrar fácilmente en el club. Y mi objetivo fue el propio Carlín Calvo.
Corría marzo o abril del '98. En la entrada posterior de la sede estaba instalado el set de filmación. No había demasiada gente ni estaban grabando en el momento en el cual me apersoné en el sitio. Pregunté por Carlín. Me informaron que estaba adentro del camión de exteriores, estacionado en la calle José Hernández.
Era hora de actuar. A paso inseguro, subí unas pequeñas escaleras y me preparé para ingresar, sin saber con qué podía encontrarme. La puerta estaba abierta. Al penetrar en el recinto, efectivamente, vi al renombrado actor que, en una mesa, repasaba letra con la actriz  Andrea Campbell. Creo que los dos se sorprendieron al verme. Antes de que pudiera reaccionar, puse el libro delante de Carlín y rápidamente le expliqué lo de la publicidad. Me dijo que debía hablar con las autoridades de la productora.
No recuerdo qué le respondí. Pero le di a entender que el precio de la propaganda no era muy alto. El aviso costaba 20 pesos. En aquella época, un atado de cigarrillos valía 1,50, un poco más que una lata de gaseosa o un paquete de chicles. Un  sueldo mínimo, rondaba los 600 pesos/dólares.
Carlín, sin dudar, metió la mano en el bolsillo, extrajo un billete de 20 pesos, me lo entregó y yo le obsequié el libro. Nunca dejó de ser amable pero entendí que deseaba terminar rápido con el trámite para seguir con sus cosas.  
No me había resultado fácil cumplir con la meta trazada, ya sea en lo general, con la publicación del libro y sus temas derivados, como en lo particular, con la tarea de encarar a Calvo y cobrar la propaganda. La timidez que solía acompañarme, a veces se transformaba en un estorbo incómodo, aunque nunca me resigné a que tomara la dimensión de un obstáculo tal, que me impidiera desarrollar mis proyectos. Además, como virtud, a mi timidez, se contraponía una perseverancia que rara vez flaqueaba.  
Por eso, cuando salí del trailler de RR.DT con la misión cumplida, me invadió una sensación de felicidad comparable a la que experimenté cuando tuve éste, mi primer libro, entre mis manos.

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