sábado, 7 de noviembre de 2020

PERMÍTANME ESTE CONSEJITO

No caer en la trampa.

 

Hasta hace no tanto tiempo, estaba atrapado en una trampa tendida por esta sociedad. Creía que el valor de una persona estaba dado por factores físicos, intelectuales, socioculturales. Tener plata, manejar un buen vehículo, ser alto, musculoso, bueno en los deportes, exitoso con las mujeres… Todos esos eran mis parámetros de felicidad, y como yo no me destacaba en ninguno, no resultó extraño que mi autoestima fuera deteriorándose paulatinamente.  
Difícil sería que, en la teoría, algún formador de opinión reconociera estas cualidades como importantes a la hora de valorar a una persona. Sin embargo, en la práctica, la TV, la radio, las revistas, están repletas de contenido que apunta precisamente a eso.
Por el contrario, desde que tengo uso de razón, a la fe, en general, no se la veía como algo a tener cuenta. Es más, para una sociedad que dice que el hombre como especie, puede arreglarse por sí solo, que es capaz de solucionar sus problemas dándole la espalda a su Creador, la fe no era una virtud sino un signo de fragilidad, a la que acuden aquellos débiles que no pueden bastarse a sí mismos y que necesitan “creer en algo” superior. Como respuesta a los que piensen de esta manera, qué mejor argumento, que vean en que se ha ido convirtiendo el mundo progresivamente…  
El tiempo hizo que supiera que todo lo mencionado sólo corresponde a características ligadas a lo superficial. Claro, hubiera sido bueno poder quitarme antes la venda de los ojos antes. Me hubiera evitado, seguramente, varios dolores de cabeza.  Ojalá le hubiese abierto los brazos a la fe en su debido momento. Pero más vale tarde que nunca. Hoy celebro el hecho de vivir cada día intentando crecer en la fe, que no nace “grande” sino que, como una planta, hay que regar diariamente. No es fácil recuperar tanto tiempo perdido. Pero cuando el ser humano ya no depende de sí mismo sino de Dios, su Creador, hasta lo imposible es posible. 

Un sustento bíblico:
“Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de todo eso, y esmérate en seguir la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia y la humildad”. 1 Timoteo 6:11.

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PERMÍTANME ESTA REFLEXIÓN

A LOS ANIMALES, A LAS PLANTAS… ¿Y A LAS PERSONAS?

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