lunes, 9 de noviembre de 2020

EXCURSIONISTAS 1994/95

 
 
Este es sólo uno de los 40 capítulos de "Excursionistas y yo".  El libro completo podés leerlo y descargarlo gratuitamente con sólo clickear sobre la tapa, arriba y a la derecha de este blog.

 

Excursio...

El plantel de Espósito contó con numerosos refuerzos para afrontar el regreso a la divisional B. El más conocido, sin dudas, era el Beto Horvath, quien así concretó su tercer y último período en el club, tras una estadía de dos años en Almagro. ¿Las demás caras nuevas? Chaves (Defensores); Lúquez (Ituzaingó); Maslauskas (Liga de La Pampa); Diego Gómez (Colo Colo de Chile); Lemos (inferiores de River); Sosa (Los Andes); Testa (Colegiales); Scacchi (Armenio); Rodolfo Lazarte (hermano de Carlos, venía de un paso por el fútbol de Bélgica); Tedini (Laferrere); y los arqueros Savva (San Miguel) y Tremonti (Laferrere).
De los jugadores que no pertenecían al club, muy pocos emigraron tras la conquista del ascenso: Carlos Rodríguez, Ronci, Leiva y el arquero Giménez. Y los tres últimos, ya se habían ido antes de que terminara el torneo. 
Excursionistas no tuvo un buen comienzo y lo pagó caro. Sólo cuatro fechas duró Darío Espósito. En ese lapso el equipo sacó dos puntos (dos empates, con Cambaceres y Tigre) y luego de una goleada ante Atlanta en cancha de All Boys (0-6) la dirigencia suplantó al técnico recientemente ascendido, por Salvador Pasini. Con el Tano el equipo mejoró su promedio, pero habiendo conseguido algo de oxígeno, una serie de nueve partidos sin triunfos (seis derrotas consecutivas y tres empates en fila, uno de ellos, con Defensores en el estadio de River), lo devolvió al fondo de la tabla.
En el  comienzo del Clausura esbozó una recuperación. Incluso, dos victorias consecutivas (Colegiales en Munro y Tigre en el Bajo) le sacaron a los hinchas una sonrisa de optimismo en medio de un clima espeso. Pero otras dos derrotas consecutivas, con Atlanta y San Miguel, complicaron el panorama y generaron la renuncia de Pasini, a quien sustituyó el mismo Espósito que había sido reemplazado por el Tano. En su reestrenó, el equipo obtuvo en Dock Sud un triunfo por 2 a 1 que lo condujo a ponerse de pie cuando tenía al cuello la soga del descenso.
Desde este partido hasta el final quedaban diez fechas. Excursio, en este lapso, combinó triunfos, empates y derrotas que arrojaron un promedio tal, que aún sin depender de sí mismo, le permitieron llegar a la última fecha con chances de evitar la pérdida de categoría, en una lucha que compartía con Colegiales y el CADU (Ituzaingó ya había descendido).
El fixture determinó que fuera Defensores el rival de la última fecha. El rojinegro actuó de local en una cancha de Platense cuya tribuna visitante albergó una impactante convocatoria albiverde. Dentro de la campo de juego, los de Núñez fueron más efectivos, golpeando con justeza por intermedio de Almanza en dos de sus llegadas al arco de Sanmartino. Defe ganó 2 a 0 y el Verde volvió a Primera C. En la final por el título, Atlanta -ganador del Clausura- derrotó a Dock Sud -ganador del Apertura- y subió a la B Nacional, junto con Tigre, que lo hizo a través del Reducido.   

Y yo...

Con gran entusiasmo viví el estreno del Verde en la B. Su campaña la seguí "in situ" casi en su totalidad y si no fueron todos los partidos, lo más probable es que se haya debido a razones de fuerza mayor. En septiembre de 1994 comencé a hacer colaboraciones para Magazine Hogar, un diario de Floresta y alrededores, que en lo deportivo cubría el acontecer en All Boys, Estudiantes y Lamadrid. A mí me tocaba seguir a All Boys, que se encontraba  en el Nacional B. La experiencia duró sólo unos meses. Entretanto, continuaba trabajando en el kiosco de la calle Ciudad de la Paz, donde periódicamente me visitaba Mariano Vitale, a quien había conocido en 1990, durante aquellas travesías  a las canchas visitantes, en los micros que fletaba una señora llamada Marta.   
El carácter sociable y bondadoso de Mariano hizo que creciera una relación de amistad que trascendió los límites del Bajo Belgrano. Este verano, el del '95, tuvo la generosidad de invitarme a su casa de Pinamar, vacaciones que también compartimos con Pablo Pacheco, otro albiverde de pura cepa. La invitación, se repetiría al año siguiente.      
En abril del '95, los integrantes del staff de Esto es El Ascenso decidimos encarar un nuevo desafío, dándole periodicidad semanal a la revista que hasta allí, había sido mensual. Pese al entusiasmo inicial, el saldo fue negativo, sobre todo en lo económico. Las ventas no acompañaron en la medida de las expectativas y la publicación, a la que denominamos Sábado Pasión, salió sólo ocho números.
El 27 de mayo cubrí el clásico entre Excursio y Defe. Con Marcelo Fernández, miembro del nuevo semanario e hincha del Dragón, acordamos, previamente, que él escribiría el comentario y yo, la síntesis del clásico. Estando en los planes un desenlace negativo, deduje que en caso de descenso, comentar el partido, para mí hubiera sido más difícil que transcribir las formaciones de los equipos.
Junto a Jorge Ibarra, de la audición Ecos del Ascenso y ex compañero del Círculo, vi el trascendental encuentro en la platea, perspectivas desde la que además, pude contemplar la impresionante multitud que ocupó la tribuna lateral del estadio de Platense.      
Con el descenso consumado, viajé de Vicente López hacia Avellaneda. En un pequeño departamento de la calle Italia -la casa de Damián Rojo- funcionaba la redacción de la revista. En su comedor, el repiqueteo de las teclas de las viejas máquinas de escribir, solía adueñarse de las noches de sábado, hasta entrada la madrugada del domingo. Fue el número más doloroso que me tocó hacer de Sábado Pasión, aunque nunca caí en el extremo de sentir esta derrota como un drama que traspusiera las fronteras de lo futbolístico.

Un dato de color

Esta temporada Excursionistas incorporó a Diego Fernando Gómez. Desempeñándose como defensor o volante de contención, jugó 17 partidos, no hizo goles ni fue expulsado. El dato de color tiene que ver con un parentesco: se trata del hijo de Oscar Gómez, recordado técnico de la primera «verde» en la década del Ochenta.
Pero no sólo esta condición es lo que los caracteriza, sino el hecho de que los Gómez, representan uno de los dos casos en la historia del club, de padre-técnico, hijo-jugador (si bien esto no ocurrió al mismo tiempo).
Diego Gómez había hecho las divisiones inferiores en Argentinos, institución en la que actuó cinco partidos en primera. Luego jugó en Colo Colo de Chile y en San Luis de México. A continuación, firmó para Excursionistas. Al cabo de esta temporada emigró, para actuar más adelante en Atlético Rafaela y Estudiantes de Buenos Aires.
Existió, además, el caso de los Cacciatore, aunque con una particularidad que los coloca en un nivel diferente al de Oscar y Diego Gómez.
Ambos se llamaban Osvaldo. El padre fue técnico de Excursionistas pero abocado a las inferiores, sólo dirigió un partido en primera, en forma interina, el 20 de noviembre de 1971. Su hijo era delantero y actuó en primera entre 1971 y 1975. En el encuentro en el cual don Osvaldo estuvo como entrenador (un 2 a 2 contra Estudiantes), su hijo integró el equipo durante los 90 minutos. Esta cuestión la distingue de los Gómez, pues los Cacciatore sí compartieron campo de juego en un partido oficial.  

Y una anécdota personal

El 25 de marzo de 1995 Excursionistas enfrentó al CADU, como visitante. Elijo este partido porque -dentro de los más de 800 que vi- pudo haber sido el viaje que más tiempo me insumió, para arribar a una cancha cercana a la Ciudad de Buenos Aires.
En la semana previa pensé en la mejor alternativa para viajar. Me resultó atractivo el hecho de que las estaciones Zárate y Colegiales, mi barrio, estuvieran conectadas por el Ferrocarril Mitre. Sin darle más vueltas al asunto, pasado el mediodía de aquella jornada otoñal, pero con temperatura veraniega, caminé hacia la estación y subí al tren que unos cuarenta minutos más tarde me dejaría en Villa Ballester. Allí tendría que bajar y esperar la otra formación que iba hacia Zárate. Todo estaba calculado. Lo que recién supe mientras realizaba la travesía, es que en Ballester debería esperar más de una hora y media, la salida del otro tren.
Me di cuenta entonces, que corría peligro mi llegada a la cancha en horario. Pero ya estaba jugado... En Ballester, para que la escala fuera más llevadera, compré un helado en un local próximo a la estación. Igualmente, ¡qué largo se hizo! Finalmente, al andén contiguo al principal, se arrimaron dos viejos vagones impulsados por una locomotora. Pasajeros en general muy humildes, cargados con gran cantidad de bultos, muchos en bicicleta y en familia, ingresaron rápidamente a  los vagones. A la distancia, creo recordar que algunos subieron por la ventana para no hacer la fila. Yo conseguí butaca del lado del pasillo y me senté, anhelando que la velocidad del convoy uniera el punto de partida con la cabecera opuesta, lo más pronto posible.
Sin embargo, enseguida comprobé que el tren se movía lentamente, lo que, sumado a las grandes extensiones de territorio rural que había entre las estaciones, hizo que mi optimismo fuera decayendo. Calculo que el viaje se estiró por espacio de una hora o una hora y media, y que, cuando la formación andaba por Campana, estaba comenzando el partido. Ya resignado a que me perdería el inicio, deseaba, al menos, ver parte del primer tiempo. Cuando llegamos a Zárate salí presurosamente hacia la calle, en busca de un taxi. Justo había uno estacionado, con expectativas de aprovechar  los pasajeros del ferrocarril. Me subí al auto. Rato más tarde, ingresaba a la cancha. Estaban en el entretiempo. 
Semejante trayecto para ver sólo 45 minutos, hubieran recibido compensación si un triunfo del Verde se daba esa tarde en la localidad del norte bonaerense. Tampoco pudo ser. El CADU ganó 1 a 0 y fortaleció su promedio con respecto al equipo de Espósito, un rival directo en la lucha por mantener la categoría.
El regreso, lo hice en el micro de los jugadores.


 

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