lunes, 25 de enero de 2021

EXCURSIONISTAS 2013/2014


Este es sólo uno de los 40 capítulos de "Excursionistas y yo". El libro completo podés leerlo y descargarlo gratuitamente con sólo clickear sobre la tapa, arriba y a la derecha de este blog. Foto: agradecimiento Adrián Bollici.

Excursio...

Alejandro Baigorria y Luciano Castillo se convirtieron en entrenadores luego de colgar los botines. La dupla técnica asumió la conducción, unos años después de haber vestido la casaca del CAE como futbolistas. En el club recalaron los siguientes refuerzos: Almada Flores y Pagliere (Midland), Dimiro (Andino de La Rioja), Garcete (UAI Urquiza), Ojeda (Laferrere), Viqueira (CADU), Yanzi (Talleres) y el arquero Spina (Cambaceres). Para otro nutrido grupo, era el regreso del club, tras haber pasado por el CAE y seguido por diferentes destinos: Aguilar y Bogado (Luján), el arquero Barrera (Midland), Gásperi (Villa Dálmine), Orsi (Dep. Merlo) y Héctor Ledesma (UAI Urquiza). Este último llegó para la segunda rueda, al igual que Jonathan Torres (Acassuso).
Del plantel anterior, sin contar los jugadores del club, quedaron Carpintero, Castro, Coudrón, Cuatrín, Gerling, Hollembach y Gabriel Roldán.  
Excursionistas encaró el torneo con la misión de engrosar su promedio, más allá de su acostumbrado propósito de ir en busca de la categoría superior. El equipo obtuvo resultados dispares en su arranque y la dupla, dejó su puesto al cabo de diez partidos, en los cuales cosechó doce puntos. Walter Cataldo, un viejo conocido de la divisional, llegó en su reemplazo. La marcha de Excursionistas siguió siendo irregular, aunque el flamante entrenador no sólo llegaría hasta el fin del torneo, sino que renovaría su vínculo para la próxima temporada.
Si bien en la tabla de los promedios, terminó en el decimoséptimo lugar entre veinte equipos, cumplió su objetivo de mantener la categoría. Asimismo, no estuvo lejos de clasificar para el cuadrangular por el segundo ascenso, pues sumó 53 puntos (ocupó la décima posición en la general) cuando Argentino de Quilmes, el último de los que ingresó, sacó 57. El campeón fue Italiano, con 67 unidades, mientras el ascenso restante lo obtuvo Español, que venció a Cambaceres en la final del cuadrangular.
En la Copa Argentina, el equipo de Cataldo pasó dos rondas: el 6 de noviembre de 2011 venció a Lugano -que militaba en la D- en su estadio de Tapiales, y el 4 de diciembre cayó ante Talleres de Escalada -de Primera C-, por 3 a 2, en Pampa y Miñones.

Y yo...

Mi labor periodística sumó otro año en el futsal. Desde 1998, alrededor de este deporte  desarrollé múltiples actividades: una revista, dos programas radiales, un sitio de Internet y escribí dos libros. En mucho tiempo, limité al futsal toda mi dedicación profesional. Pero a partir de 2012, repartí mis tareas de prensa con un nuevo órgano informativo, creado en agosto de este año.  Primero fue un blog (agosto de 2012), luego vino la revista de distribución gratuita (diciembre del mismo año) y por último -en agosto de 2015- llegaría también una página web. Todo esto, relacionado al barrio de Colegiales, el cual  habito desde que nací.
Luego de los sucesos narrados en los capítulos anteriores, procuré seguir dándole valor a los temas de la fe. Me encontré con un obstáculo importante: mi propia falta de fe (o de lo que yo entendía por fe). ¿Contradicción? Es posible. Pero en este resumen, intento explicarlo:
Hasta hace no tanto tiempo, estaba atrapado en una trampa tendida por esta sociedad. Creía que el valor de una persona estaba dado por factores físicos, intelectuales, socioculturales. Tener plata, manejar un buen vehículo, ser alto, musculoso, bueno en los deportes, exitoso con las mujeres… Todos esos eran mis parámetros de felicidad, y como yo no me destacaba en ninguno, no resultó extraño que mi autoestima fuera deteriorándose paulatinamente.  
Difícil sería que, en la teoría, algún formador de opinión reconociera estas cualidades como importantes a la hora de valorar a una persona. Sin embargo, en la práctica, la TV, la radio, las revistas, están repletas de contenido que apunta precisamente a eso.
Por el contrario, desde que tengo uso de razón, a la fe, en general, no se la veía como algo a tener cuenta. Es más, para una sociedad que dice que el hombre como especie, puede arreglarse por sí solo, que es capaz de solucionar sus problemas dándole la espalda a su Creador, la fe no era una virtud sino un signo de fragilidad, a la que acuden aquellos débiles que no pueden bastarse a sí mismos y que necesitan "creer en algo" superior. Como respuesta a los que piensen de esta manera, qué mejor argumento, que vean en que se ha ido convirtiendo el mundo progresivamente…  
El tiempo hizo que supiera que todo lo mencionado sólo corresponde a características ligadas a lo superficial. Claro, hubiera sido bueno poder quitarme antes la venda de los ojos antes. Me hubiera evitado, seguramente, varios dolores de cabeza.  Ojalá le hubiese abierto los brazos a la fe en su debido momento. Pero más vale tarde que nunca. Hoy celebro el hecho de vivir cada día intentando crecer en la fe, que no nace "grande" sino que, hay que regarla diariamente. No es fácil recuperar tanto tiempo perdido. Pero cuando el ser humano ya no depende de sí mismo sino de Dios, su Creador, hasta lo imposible es posible.
Al Bajo Belgrano concurrí para ver un único partido oficial. Fue el 10 de febrero de 2014, tarde de lunes, en que el elenco de Cataldo venció 2 a 0 a Luján, con goles en el segundo tiempo de Ugo y Bogado. Fue el primer encuentro post-receso y yo, como solía hacer cuando iba en familia a Pampa y Miñones, presencié nada más que la segunda etapa. En esta oportunidad, estuvieron conmigo mi mujer y mis dos hijas.

Un dato de color

El camino de Excursionistas por el torneo le deparó cruces con unos cuantos equipos cuyos técnicos estaban (o bien estarían) ligados al club. En la primera rueda se midió con Argentino de Quilmes como visitante y el Mate, dirigido por Guillermo Szeszurak, ganó 2-0. Poco después, recibió en Pampa y Miñones a Jorge Franzoni y su Deportivo Español, con el que protagonizaron un empate en cero.
Ya en las revanchas, el Verde igualó 2 a 2 en el Bajo Belgrano, frente al Sacachispas de Gustavo Cisneros.  También en la segunda rueda le tocó visitar al Español de Jorge Franzoni, al que venció 1 a 0 con un agónico gol de Gerling.
Por último, en su visita a Ensenada, fue goleado 4 a 1 por el Cambaceres de Gabriel Manzini. Con excepción de Cisneros, el resto de los entrenadores llegaría al club con posterioridad a esta temporada.
No fue el 2013/2014 el primer campeonato en el cual los mencionados conductores enfrentaron a Excursionistas. Todos lo hicieron en unas cuantas ocasiones, alternando victorias, empates y derrotas. Con el que peor le fue al Verde, paradójicamente, es con el Búfalo. Sobre siete partidos sólo pudo ganarle una vez: a Berazategui, 1 a 0 en 2018/2019. Luego, empató tres y perdió los tres restantes.

Y una anécdota personal

Conocí a Alfredo Grunebaum en 1981 en la comunidad judía Benei Tikvá, de Belgrano. Yo tenía nueve años; él, era exactamente un mes mayor. Nos hicimos amigos. En el '82 yo comencé mi camino en Excursionistas. Si bien no lo recuerdo al detalle, Fredy, por aquella época, me comentó que era hincha de Defensores de Belgrano. La amistad se entremezcló así, con una rivalidad que no nos impedía, compartir varias cosas. Por ejemplo, jugar a relatar y comentar partidos imaginarios. A los dos nos cautivaba el fútbol, el mundo de las transmisiones deportivas, el de las formaciones de equipos, etc.  
En su departamento de la calle Moldes (también, con otros chicos de la misma institución) pasamos grandes momentos. A nuestros doce años, nuestras familias se hicieron socias de Argentinos Júniors y compartimos en el club de La Paternal, muchísimas jornadas, con asados y partidos, en tiempos donde la clase media todavía se permitía lujos como éstos.
Teníamos trece años cuando, también juntos, gracias a la mínima diferencia de edad, hicimos el Bar Mitzvá: la ceremonia fue en la sinagoga de la calle Vidal, y el festejo posterior, en El Torreón, salón aún vigente, a un costado de la estación Belgrano R.  
La adolescencia fue separándonos. Pese a que seguíamos asistiendo a las reuniones juveniles de la misma comunidad, las circunstancias propias de esta edad complicada, activaron en mí carácter una actitud poco amistosa para con Fredy, sin que él me hubiese hecho nada para justificar semejante comportamiento de mi parte. En relación a los temas deportivos, nuestras simpatías futbolísticas opuestas, empezaron a provocarme irritación. Influido por el entorno de una sociedad cada vez más violenta, le tomé bronca a Defensores. Hoy, me da vergüenza admitirlo, pero realmente, sucedió así, y haciendo partícipe de mi fastidio a Fredy, fui dejando de lado la cargada futbolera inocente, para embarcarme en una conducta repudiable. Jamás hubo agresión física, pero no es ningún secreto que a veces, una actitud hostil puede ser más hiriente que esto. A pesar de todo, y aunque me lo hubiera merecido, él nunca me hizo reproche alguno. Tenía una bondad que era incuestionable y que lo caracterizaba.       
A los 17 o 18 años, dejamos de frecuentar los mismos sitios y nuestros encuentros fueron cada vez más esporádicos.  No hubo peleas ni ruptura, pero estaba claro que ya no éramos aquellos amigos de la infancia. Teníamos más de 30 años cuando volvimos a vernos más seguido. Él había vivido en Israel y en su regreso al país, se vinculó a la Revista Ascenso, publicación semanal que se vendía en las canchas y en puestos de diarios. Allí lo conocían como Gerardo (su segundo nombre). Yo ya estaba con el futsal y de tanto en tanto, nos cruzábamos en la AFA, como así también en los estadios de futsal, pues se dedicaba además a vender fotos de los equipos.
Yo dejé de lado mi actitud de contienda y en parte, pudo recomponerse esa relación que por mi culpa  se había vuelto tirante en la adolescencia. Me contó que se había casado y se lo veía contento en esta etapa de su vida. Cierto día, a principios de 2014, me enteré de una impactante noticia, días después de que esta se produjera: Fredy sufrió una descompensación cardiaca y falleció. Tenía 41 años. Para el final, transcribo estas líneas que redacté tiempo atrás: "Creo que un viernes por la tarde, en Medrano y Corrientes, lo vi por última vez. Nos encontramos de casualidad. Charlamos unos minutos en la vereda y cada uno volvió a sus quehaceres. Ignoro cuánto transcurrió desde ese instante (¿meses?), hasta enterarme de la inesperada noticia. Años después, sentí la necesidad de escribir unas líneas, de agradecerle por su noble amistad y de pedirle disculpas por haberle fallado. Entiendo que, de corazón, las habría aceptado".

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