Este es sólo uno de los 40 capítulos de "Excursionistas y yo". El libro completo podés leerlo y descargarlo gratuitamente con sólo clickear sobre la tapa, arriba y a la derecha de este blog. Foto: Agustín Marcarian.
Excursio...
Fernando Rizzo asumió la conducción técnica en reemplazo de Cisneros. El ex DT de Argentino de Quilmes, se abocó a la conformación del plantel, del cual quedaron pocos jugadores, el caso de Castro, Coudrón, Dizeo, Juan Manuel Fernández, Ferreyra, Gerling, Quintana y Fasanella.
En tanto, llegaron: Amarilla (UAI Urquiza), Colo (Acassuso), Cuatrín (Def. Unidos), Horacio García (Tigre), Gentinetta y Sotelo (Comunicaciones), Lugarzo (Arsenal), Gabriel Roldán (Lamadrid), Venditto (Once Tigre de 9 de Julio), Villarino (Dep. Merlo) y los regresos de Fontenla (San Miguel) y Del Río (Midland). Este último, llegó como refuerzo para la segunda rueda, al igual que Carpintero (Talleres).
Rizzo sólo duró siete partidos. Los primeros cuatro, Excursionistas los perdió en forma consecutiva. Luego empató uno, ganó uno y volvió a perder (3-1 con Argentino de Merlo, de local), lo que marcó su alejamiento. Tras un interinato de un partido a cargo de Vilas Boas, se produjo un nuevo desembarco de Néstor Rapa, que así inició su tercer período en el club.
En el torneo, sin embargo, el equipo nunca llegó a despegar. Todo lo contrario: terminó último entre veinte competidores. Sumó 32 puntos, nueve menos que Talleres, el penúltimo. Sin mayores problemas con el descenso, las expectativas volvieron a posarse sobre la Copa Argentina, donde otra vez en base a empates y a definiciones desde el punto penal, logró pasar tres fases: frente a Temperley en el Sur (0-0), Flandria en Jáuregui (0-0) y Gimnasia en Almagro (0-0). En los dos primeros encuentros se lució Fasanella, en tanto con el Lobo lo hizo Malnero, que en el transcurso del partido suplantó al lesionado arquero titular.
En dieciséisavos de final el Verde, en el estadio Bicenteario de Chaco, debió medirse con el Boca de Carlos Bianchi, que no estaba atravesando un buen momento, pero lo goleó 4 a 0. Este partido, fue, sin dudas, el gran acontecimiento en muchos años para Excursionistas, que llevó miles de simpatizantes a Resistencia. A la derrota, siguió la renuncia de Rapa y Vilas Boas dirigió los últimos once partidos de un pobre campeonato albiverde.
El torneo lo ganó UAI Urquiza y subió directamente a la B. Este año se eliminaron las promociones y se instrumentó un cuadrangular (entre los ubicados del segundo al quinto de la general) para definir el segundo ascenso. Clasificaron -en este orden- Laferrere, Sacachispas, Español y Fénix. Subió Fénix, al superar a Español en la final.
Y yo...
Ningún partido de Excursionistas vi en la presente temporada. A menudo rondaba por mi cabeza la idea de ir aunque más no fuera, esporádicamente. La floja campaña y, sobre todo, mi situación familiar, impidió que pisara Pampa y Miñones. Con dos nenas chiquitas y la necesidad de colaborar en casa, mis prioridades, no pasaban por ir a la cancha. ¿Exceso de responsabilidad? Tal vez. Pero lo concreto era que alguien que en su soltería estaba demasiado apegado a la tranquilidad y al silencio del hogar, de pronto debía readaptarse a esta etapa totalmente opuesta, repleta de amor, pero también, cargada de una adrenalina que no siempre era positiva. Ese alguien era yo. Los pasos del Verde, entonces, los seguí sólo a través de los medios.
Al mismo tiempo, dada la revelación que había tenido en el verano de 2012, inicié un recorrido inédito en mi vida. Aquella misma noche de enero, horas después de haber sentido la paz sobrenatural que recibí en complejas circunstancias, comencé a leer una Biblia que en 1999 me regaló mi tía Inés, y que durante años había dormido en los cajones de mi casa.
Mi modo de pensar era el siguiente: en mi desesperación, yo había clamado: "Jesús, ayudame". Y sin haberlo ni siquiera imaginado, obtuve una inmediata respuesta. Después de reconocerla, ¿cómo ser indiferente a esa revelación, a esa presencia que me decía "acá estoy"?
Entendí que a mis casi cuarenta años, no sabía casi nada de Él. Tampoco había hecho ningún esfuerzo por averiguarlo. De chico, tuve instrucción judía. A los 13 años hice mi Bar Mitzvá y pese a que más adelante me alejé de ambientes de la colectividad que solía frecuentar, no negaba mi condición de judío, más allá de alguna que otra circunstancia, para evitar eventuales problemas derivados del antisemitismo. Había escuchado, de casualidad, que Jesús era judío. Eso me despertaba preguntas: ¿por qué, siendo así, se lo identificaba con el catolicismo mientras el judaísmo lo ignoraba? Pero nunca me preocupé en tratar de despejar mis dudas.
Hasta que llegó el día… Ahora, surgía todo un desafío. Deduje: si voy a creer en Él, también debo creer en lo que dijo, en lo que hizo, en lo que enseñó… Y todo eso, estaba en las páginas de ese libro casi desconocido para mí, que me esperaba dentro de mi mesa de luz. Esa misma noche comencé a leerlo. Durante mis primeras lecturas, identifiqué historias y protagonistas muy vinculadas a mi infancia: la creación del mundo; el amor del Creador hacia sus criaturas; la desobediencia del hombre; el gran diluvio; Abraham -el primer patriarca hebreo- y su descendencia; la esclavitud del pueblo elegido de Dios en Egipto y su posterior la liberación; la entrega de las tablas de la Ley -la Torá-; los años en el desierto; la llegada a la tierra prometida; los jueces; los reyes… Y todo, enmarcado en la constante actitud de resistencia hacia Dios, por parte de un pueblo que seguía siendo el de la promesa, a pesar de su desobediencia.
Ya en mi juventud, aquella historia, en mi mente, pasó a transformarse en una leyenda a la que no sabía si tomar o no en serio. Pero los sucesos que viví, claramente, eran una señal que me estaba demostrando su veracidad, y la autenticidad del mensaje acerca de la venida del Mesías, pues Jesús mismo validó las Escrituras, diciendo que dan testimonio de Él.
El desafío incluía concentrarse además en la segunda parte del libro sagrado: el Pacto Renovado -a menudo llamado Nuevo Testamento-, que reflejaba la obra, las enseñanzas, y el mensaje de amor y salvación de Aquel que acudió a auxiliarme al escuchar mi llamado desesperado.
Un dato de color
Excursionistas terminó en el último puesto de la tabla (en los promedios salió decimosexto, entre veinte participantes por lo que conservó la categoría). No fue la única vez en su historia que ocurrió esta situación con un equipo representativo del CAE. Los demás años donde el Verde finalizó último, fueron:
1949
Primera B: último entre 21 equipos. Descendió a Primera C. Ese año no hubo descensos por puntaje, pero descendió por decreto, junto con otros siete clubes.
1960
Primera B: último entre 21 equipos. No hubo descensos.
1962
Primera B: último entre 18 equipos. Descendió a Primera C.
Primera C
1997/98 (Clausura): último entre 17 equipos.
Primera C
2006/07 (Apertura): último entre 19 equipos.
Primera C
2012/13: último entre 20 equipos.
2016/17
Primera B Metro: último entre 19 equipos. También último en el promedio, descendió a Primera C.
Aclaración:
En 1957 (Primera B) fue anteúltimo, compartiendo el puesto con Argentino de Quilmes. Debieron jugar un desempate para determinar el acompañante de Temperley a Primera C. Se impuso Excursionistas al cabo de dos partidos y mantuvo la categoría.
Y una anécdota personal
El 21 se marzo de 2013, el suceso más espectacular de los últimos tiempos ocurrió en la vida de Excursionistas. Esa noche, en Resistencia, se encontró con Boca por los 16avos de final de la Copa Argentina. No viajé a Chaco, como sí hicieron miles de hinchas albiverdes. Podía haber elegido verlo desde el buffet del club, en donde se reunió otro grupo importante. Pero tampoco hice esto. Frente a la imposibilidad de disfrutarlo desde la cancha, en cambio, preferí la tranquilidad de verlo en el televisor de mi casa. Claro que, con dos nenas de cinco y un año respectivamente, esa tranquilidad no sería espontánea, sino que habría que hacer los preparativos para obtenerla.
Fue así que en la misma jornada, pero horas atrás, charlé del tema con Romina, explicándole la importancia del partido. Lo entendió perfectamente y organizó la rutina hogareña para que yo pudiera concentrarme en mi objetivo. Cerca del anochecer, impactado por semejante evento, me instalé en soledad en la pieza donde estaba la TV. Faltaba bastante para que comenzara el partido pero ya se podía sintonizar la transmisión, que mostraba a un grupo importante de "villeros" en una de las cabeceras, dando rienda suelta a un festejo que, más allá del resultado, pasaba por estar cara a cara nada menos que ante Boca Júniors, hecho que oficialmente no sucedía desde 1930.
Nunca negué mi simpatía boquense, pero, siendo la primera vez en mi vida que se cruzaba con Excursionistas, no tuve ninguna duda: esa noche mi corazón estaba con el Verde. El team de Bianchi no venía nada bien. De hecho, unos meses después, el famoso DT dejaría su cargo en el banco de suplentes xeneize. Pero esta noche no tuvo problemas en sacarse rápidamente de encima a su rival de la Copa.
Excursionistas se plantó como para hacerle fuerza a su poderoso rival pero de entrada las cosas se complicaron. Sobre el cuarto de hora salió por lesión el lateral Juan Fernández, a los 21' Viatri puso el 1 a 0 y a los 34' el juez Rapallini expulsó a Carpintero, por una violenta infracción a Erbes. El equipo de Rapa puso todo para arribar al empate y hasta contó con alguna situación favorable. Pero desde los 25' del segundo tiempo, una seguidilla de goles (Ledesma de penal y dos de Blandi) elevó la cuenta a un inapelable 4-0 para los de Bianchi.
Un triunfo de Boca era lógico. Pensé, eso sí, que la derrota hubiera podido haber sido menos abultada. Me invadió una sensación de frustración que duró nada más que unos minutos. Con la eliminación consumada, apagué la tele y volví a mi rutina. Excursionistas había jugado con Boca, nada más y nada menos.
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