Notar la presencia de una industria poderosa.
Cuando recién salía de la adolescencia, hallé un trabajo que me agradaba. Sin embargo, cierto día mi equipo de fútbol favorito jugaba un partido importante, planee un engaño y concurrí al evento, dejando de lado mis obligaciones laborales. No tuve vergüenza del fraude que puse en práctica. Por el contrario, creo que hasta me sentí orgulloso.
Hay actividades como el fútbol, que están tan sobrevaloradas actualmente, que nos llevan a ponerlas en un nivel más alto que cuestiones esenciales como el trabajo, la familia o hasta la vida misma. A personas de carne y hueso que se destacan en determinadas disciplinas, tenemos la tendencia de elevarlas a una categoría decididamente superior, a idolatrarlas, usando como excusa –voluntaria o involuntariamente- la popularidad de la actividad que practican. El fútbol es un claro ejemplo, pero también esto sucede con bandas musicales, cantantes, artistas, etc… Cuando el orden de prioridades se altera, algo está funcionando mal. Y para comprobarlo, qué mejor prueba que observar el estado del mundo de hoy.
La industria de la diversión tiene muy buena prensa, y desarrolla tan bien su papel, que logra reinar, colocándose por encima de todo, y sin que la gente note que está siendo sometida por ella.
Los medios de comunicación forman opinión y con la repercusión que le dan ciertos temas, son grandes responsables por alterar ese orden. El problema, es que estamos tan sumergidos en este cóctel, que no nos resulta sencillo entender cómo nos manipula la maquinaria publicitaria con la que convivimos. Puede pasar, también, que sí nos demos cuenta, pero que, ya atrapados en el sistema, nos sintamos tan cómodos, que elijamos permanecer en él.
Un sustento bíblico:
Porque nada de lo que hay en el mundo —los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida— proviene del Padre sino del mundo. 1 Juan 2:16.
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