viernes, 4 de diciembre de 2020

EXCURSIONISTAS 2000/2001

Este es sólo uno de los 40 capítulos de "Excursionistas y yo".  El libro completo podés leerlo y descargarlo gratuitamente con sólo clickear sobre la tapa, arriba y a la derecha de este blog. 

 Excursio...

El plantel perdió figuras importantes, sobre todo, en la fase ofensiva. Da Silva y Molini, dueños de sus pases, recalaron en el fútbol griego y en San Miguel (Nacional B) respectivamente. Además, entre otros, se marcharon los arqueros Berscé (firmó para Atlanta, en la B Metro) y Frelier, y el zaguero Paganini.
Néstor Rapa contó con varias incorporaciones: los arqueros Núñez (Argentino de Quilmes) y D'Ortona (Lugano); Astudillo (Comunicaciones), Daniel Martínez (Italiano), Peralta (Riestra), Policella (Defensores), Juan Carlos Pérez (Barracas Central) y Steinbach (J. J. Urquiza).
El formato del torneo volvió a alterarse, adoptándose nuevamente el clásico Apertura/Clausura y un reducido integrado por los diez primeros equipos de la general. El torneo inicial lo ganó Cañuelas. A Excursionistas, le costó acomodarse. Una sola vez obtuvo dos triunfos consecutivos, hecho que reflejó su marcha irregular. En el Apertura compartió el cuarto puesto con Villa Dálmine, a ocho puntos de Cañuelas.
Para el Clausura las cosas cambiaron. En el aspecto institucional, una Asamblea Extraordinaria aprobó un acuerdo con empresarios vinculados al vecino Vilas Club. El grupo inversor llegó con la misión de aportar dividendos para impulsar el crecimiento tantas veces postergado. Arribaron nuevos sponsors (la marca internacional Fila vistió al plantel superior, reemplazando a Dana), se mejoró notablemente el campo de juego y se consiguieron dos importantes refuerzos como Santillán (Almagro) y el repatriado Molini.  
El equipo se candidateó al título tempranamente. En la primera fecha vapuleó al campeón del Apertura (5-2) y mantuvo su invicto hasta la decimosegunda jornada, con ocho triunfos y cuatro empates. A partir de una goleada (1-4) ante Villa Dálmine, surgieron dudas inoportunas, ya que se aproximaba el final del torneo. El equipo estuvo dos partidos más sin ganar, pero en la anteúltima jornada, venció a San Martín como local (3-1), resultado que le permitió llegar al cotejo con Midland como único puntero. En Libertad perdió 2 a 1, pero J. J. Urquiza, su rival más encumbrado, no aprovechó la situación y terminó dos puntos por debajo del líder. Excursionistas se consagró campeón, suceso largamente celebrado.
Sin embargo, el ascenso no pudo ser. En las semifinales del reducido (instancia a la que llegó por su condición de campeón) fue eliminado por Laferrere. En el partido de ida perdió 2 a 0 en La Matanza. Con dos goles de diferencia, por su mejor ubicación, hubiera pasado a la final. El equipo de Rapa estuvo muy cerca de hacerlo, ya que se imponía en el Bajo 3 a 0. Pero dos goles seguidos de Laferrere, próximos al epílogo, privaron al local de la clasificación.
En la final se cruzaron Laferrere e Ituzaingó, que superó a Cañuelas en la otra semifinal. Ituzaingó dejó en el camino a Laferrere y se quedó con el único ascenso a la B Metropolitana.
 
Y yo...

En el otoño del 2000 me crucé con Federico Topet en la puerta del club. Él desarrollaba su labor como secretario de la Comisión Directiva y yo, hacía tareas para en la revista «Soy del Bajo». Tras el saludo mutuo, Federico me dijo algo así: «Ariel, el secretario administrativo, se va a vivir a España. ¿Te interesa reemplazarlo?».
La respuesta fue un sí rotundo. En lo personal, esta nueva etapa representó, un poco, el «sueño de pibe». ¿Qué más hubiera querido yo? Ir casi todos los días a Excusionistas y encima, que me pagaran para estar ahí. Nos pusimos rápidamente de acuerdo en cuanto a horarios, viáticos y algunas cuestiones referidas a las tareas que debía desempeñar. Él sabía que yo iba seguido a la AFA, por mi trabajo en el futsal. Para el club, también tendría que hacer trámites en el exterior de la sede, y uno de los lugares a los cuales iría, sería el edificio de la calle Viamonte, donde conocía empleados, dirigentes y los denominados pasillos, es decir, tenía cierta experiencia en relación a qué puertas había que golpear y cuándo hacerlo.
Mi lugar de trabajo era la secretaría del club, ubicada en el primer piso del «cabildo», la construcción de aspecto colonial situada junto al espacio entre la platea y tribuna lateral local. Había dos escritorios. En uno estaba la computadora y en el otro el teléfono. A centímetros del aparato, una caja contenía las fichas de los asociados.   
En una sala contigua, separada de la secretaría por una puerta vidriada, había una larga mesa que solían utilizar los dirigentes en reuniones especiales, ya que a menudo, el lugar donde se reunían era la misma secretaría. El recinto tenía una vista privilegiada. Por un lado, a través de dos ventanas se podía ver la cancha -aunque no al cien por ciento- y por otro, una tercera ventana permitía apreciar enteramente la pista techada del baby fútbol, desde una de sus cabeceras. El extremo opuesto, daba espaldas al buffet.
Uno de mis primeras ocupaciones fuertes fue, precisamente, el fichaje de jugadores para la temporada 2000/2001. El campeonato de Primera C comenzaría el sábado 5 de agosto y para ese día, debía estar todo listo en cuanto a presentación de listas de buena fe,  transferencias interclubes, préstamos, etc.
Para cualquier persona «normal», esto hubiera sido una actividad sumamente fastidiosa. En cambio yo, que disfrutaba tanto de las estadísticas y procuraba seguir al detalle todo lo concerniente a datos históricos del CAE, tomé esta diligencia con un sabor distinto, pues tenía la oportunidad de obtener de primera mano información que en otras condiciones, hubiese sido más engorroso conseguir.
Los días previos al sábado del debut me encargué de completar el papelerío, dándole «duro» a la máquina de escribir (todavía el sistema no estaba informatizado) y presentando todo en el departamento de jugadores de AFA, el viernes por la tarde.
El sábado viajé a Cañuelas en el micro de la delegación. Por supuesto, yo no jugué, pero íntimamente, tal vez, me haya sentido un poquito partícipe de ese estreno de temporada, que arrojó un saldo de un empate en un tanto, con gol del ex barraqueño Juan Carlos Pérez.

Un dato de color

-De los 36 partidos del torneo (34 del certamen regular y los restantes de la semifinal), Pérez fue el de más presencias, con 34, seguido por Della Marchesina, con 33. ¿Los que menos jugaron? Rodrigo López, Silvio Monges, Martín Rivero y Mauro Sacco: un partido.
-Pérez, con veinte gritos, fue el máximo goleador, escoltado por Aliende, con catorce.
-Uno de los jugadores de más presencias fue Juan Risso, con treinta, pero el defensor tuvo un récord que lo caracterizó. Fue expulsado cinco veces. Dos de esas expulsiones acontecieron en el primero (versus Cañuelas) y en el último partido (ante Laferrere) de la temporada.
-Algunos jugadores se alejaron del club en el transcurso del Apertura, por lo tanto, no dieron la vuelta olímpica: los defensores Fernando Policella y Reinaldo Molina, y el volante Claudio Juárez.
-Juan Carlos Pérez es el único futbolista de este plantel que actuó en Primera A: lo hizo en la temporada  1994/95, jugando dos partidos para el Racing Club, la institución en la que se inició. Luego pasó a Barracas, antes de recalar en Excursionistas. Su trayectoria, al marcharse de Pampa y Miñones, continuó en Barracas, Dock Sud, San Martín, Atlas y dos clubes de Concordia, Entre Ríos. De acuerdo a estos datos, la carrera de Pérez presenta una curiosidad: jugó en los extremos del fútbol de la AFA, la A y la D (aunque no lo hizo ni en la B Nacional ni en la B Metro).

Y una anécdota personal

El 28 de abril de 2001 Excursionistas se consagró ganador del Clausura, pese a perder con Midland, en Libertad. Hubo un multitudinario festejo ese sábado por la tarde-noche, en Pampa y Miñones. Cuando regresaba a mi casa, se me ocurrió una loca idea: escribir el libro de Excursionistas campeón. "Loca idea", porque me tracé el objetivo de tenerlo publicado para cuando el equipo comenzara a jugar la próxima instancia, o sea, sólo algunas semanas más tarde. Mi proyecto incluía los números del torneo,  y reportajes a los jugadores del plantel (hayan sido o no titulares), cuerpo técnico y dirigentes. Además, buscar la publicidad que solventara el costo -para  no depender sólo de las ventas- y sacar unos pesos extra.  
Apenas pude me puse en campaña. Durante los días siguientes a aquel 28 de abril, procurando cumplir con lo planificado, me subí a una vorágine que comprendió idas y vueltas a Pampa y Miñones en horarios desacostumbrados, sobre todo al mediodía, ya que los jugadores almorzaban en el club luego de entrenar y ahí tenía la chance de entrevistarlos. No a todos pude localizarlos en tiempo y forma, por eso, completé la tarea telefónicamente. A Mauricio Astudillo, por ejemplo, lo llamé a su casa, cuando el whatsapp todavía no existía ni en mis sueños.
Fueron semanas estresantes, pero logré cumplir mi meta. Unos días antes de que se jugara la semifinal-revancha con Laferrere, tuve el libro entre mis manos. Contaba con unas ochenta páginas y una tapa a todo color, con la foto del plantel y un título en letras doradas que decía, El Libro de Oro de Excursionistas campeón.
En ventas, careció de la aceptación esperada, pues el día que tuve la posibilidad de ofrecerlo en el marco de un partido oficial, fue el de la eliminación con Laferrere. De haber clasificado a la final, las cosas hubieran andado mucho mejor, y ni que hablar, si el Verde subía de categoría.
Una anécdota protagonizada por Néstor Rapa se convirtió en la nota risueña, aunque yo me sentí avergonzado (y quizás hoy, aún más que en ese momento). Debido a mi apuro para terminarla, y porque la tecnología no permitía acceder a datos como ocurre hoy, la obra tuvo algunos errores. Uno de ellos fue la fecha de nacimiento del técnico. Yo sabía que su cumpleaños era el 25 de abril (dos días antes que el mío) pero en lugar de poner 1960, imprudentemente, escribí 1952. Cuando Néstor descubrió que le había agregado ocho años, no le gustó nada. Pese a que faltaba muy poco para que se jugara el cotejo definitorio con Laferrere,  puso gran empeño en tratar de solucionar el tema. No sólo se ofreció a tachar la fecha equivocada y escribir a mano lo correcta, sino que, divisando una pila de libros en la secretaría del club, de inmediato, uno por uno, comenzó a trabajar en ello. Y es probable que de haber tenido tiempo, lo hubiera hecho con toda la tirada, que era de quinientos ejemplares.
       

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