OBEDECER PARA SANAR
Hay gente que piensa que ser creyente implica
que sus problemas van a solucionarse rápidamente. Dios tiene muchas promesas
para Sus hijos, pero esto es algo que nunca ha prometido. El camino de un
creyente está lleno de obstáculos. ¿Y entonces para qué sirve creer?, es la
pregunta que podría seguir a esta afirmación. En ese camino de fe, el desafío
consiste en aceptar que el Señor vaya restaurándonos y sanándonos de acuerdo a Su
infinita sabiduría y a tiempos que no siempre son los que nosotros deseamos que
sean. La recompensa suprema es una eternidad junto a Él y una vida en abundancia
aquí en la tierra, pero la sanación no llegará de la noche a la mañana sino que
será parte de un proceso que demanda paciencia y dónde la fe es fundamental.
Además, hay un dato que no se puede obviar: en
la obediencia está la bendición. Este concepto figura reiteradamente en Su Palabra.
Él nos dejó un manual de vida con instrucciones que son para acatar, no para
tener archivadas en un cajón. Una de esas instrucciones es amarlo por sobre
todas las cosas, lo que significa que debemos poner a Dios ante todo. ¿Lo
hacemos? Desde luego que no es simple, pero ¿lo intentamos al menos?
Muchos creyentes buscan la bendición pero se
olvidan de la obediencia. Quieren sanar de sus dolencias pero no están
dispuestos a estudiar y poner en práctica Su Palabra, a congregar con
regularidad ni a orar con disciplina. Yeshúa (Jesús) nos ha dicho: “Más bien,
busquen primeramente el reino de Dios y Su Justicia, y todas estas cosas les
serán añadidas”. Mientras vayamos fortaleciéndonos en tener a Dios como prioridad,
Él irá ocupándose de reparar lo que está descompuesto en nuestras vidas. La
promesa es clara, y el Señor, no es un ser humano para prometer lo que luego no
va a cumplir.
Un sustento bíblico:
He aquí que yo les traeré sanidad y medicina;
y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad. Jeremías 33:6-8.
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