Saber que nunca es tarde.
Cuando cumplí 13 años hice mi Bar Mitzvá, así como lo indica la religión judía, a fines de cumplir con la tradicional ceremonia de darle lectura por primera vez una porción de la Torá (los primeros cinco libros del Pentateuco). Uno de los chicos que lo hizo conmigo, me preguntó si había averiguado la traducción de lo que iba a leer. Le respondí que no. Lo que sí sabía, era pronunciar en hebreo la parte que me correspondía, y seguir la melodía establecida. Pero nunca me había preocupado en dilucidar qué significaba en idioma español ni qué parte del libro sagrado estaba leyendo. Y si me lo explicaron, francamente, no lo recuerdo. A esa edad no lo consideraba importante. Lo único que quería era cumplir con el trámite. La mayoría de los chicos que asistían a la comunidad hacían su Bar Mitzvá. Yo no quería ser menos… Por eso, realicé el curso preparatorio y cumplí con la tradición, sin tener demasiado claro el motivo. Luego, progresivamente, fui alejándome de la comunidad, de mis amigos y de las costumbres del judaísmo. Por algo, sin embargo, creo que nunca me olvidé de la incómoda pregunta de Sebastián, el compañero al que jamás volví a ver. En aquellos años de mi niñez, aprendí que el pueblo de Israel esperaba la llegada de un Mesías o Salvador. Mucho tiempo después, ya siendo padre de familia, pasé por un muy mal momento personal y experimenté una paz sobrenatural cuando clamé: "Jesús, ayudame". A partir de ese momento supe que Yeshúa (Jesús, en su idioma original, el hebreo) es ese Mesías. Adquirí sumo interés, entonces, en saber qué tanto decía la Torá, ese libro que a los 13 años, aunque sin comprenderlo, leí por primera vez. Su lectura hizo que me diera cuenta de que su contenido señala a Yeshúa como ése Salvador. Y que en el Pacto renovado, el propio Yeshúa habla de la Torá, llamando a darle el sitial que le corresponde a este compendio de instrucciones, enseñanzas y doctrinas de inspiración divina. Era un adolescente cuando no me importó lo que estaba leyendo. Ahora, arrepentido por mi desinterés, soy adulto. Y sé que cuento con el infinito favor del Señor para recuperar tanto tiempo perdido.
Un sustento bíblico:
Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. Juan 14:15.
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