viernes, 23 de abril de 2021

PERMÍTANME ESTE CONSEJITO

Saber que hay peligros que acechan a la fe.

Pese a lo que muchos pueden llegar a suponer, no es fácil ser creyente. Si bien la bendición de serlo es inmensa, a lo largo de este camino uno suele toparse con dificultades de todo tipo. Si de hablar de lo  personal se trata, admito que me he visto en problemas cuando queriendo aferrarme a la fe, compruebo que el mundo va en dirección opuesta. Y esto no es algo que haya ocurrido puntualmente, sino que es un hecho cotidiano, y se manifiesta a cada momento, ya sea por acción o por omisión. En el primer grupo, es factible hallar muy a menudo, a gente que desacredite o hable peyorativamente de Dios, de la Biblia, de los creyentes, etc. Puede, también, que uno advierta acerca de la existencia de corrientes doctrinarias diferentes a las elegidas.

En el segundo grupo –a lo mejor más numeroso todavía-, están los que directamente no hacen mención alguno a temas relacionados a la fe. Ambos grupos coinciden en un universo tan amplio que comprende ámbitos laborales, círculos de amigos, colegios, medios de comunicación, etc. 

Como -aun sin compartir tantas cosas de lo que en él suceden-, uno vive dentro de este sistema, la influencia que el “mundo” ejerce sobre quienes lo habitan resulta innegable, y los peligros de caer en confusiones siempre están latentes, pues la fe es un don del que contra lo que muchos piensan, un creyente debe ocuparse todos los días para fortificarlo y que no se debilite.

Por eso, la tarea a emplear para no ser blanco de las confusiones es ardua. Existen recursos vitales para enfrentar estos obstáculos, como ser la lectura de la Palabra, la oración, la comunión con los hermanos… Reconozco que personalmente, a veces, ni siquiera todo esto me alcanza. Pero si esto pasa, apelo a un recurso infalible: traer a la memoria el momento en el cual conocí a Señor, aquel instante donde comprobé que Él estaba “ahí” para acudir hacia mí cuando clamé por auxilio. Esa inolvidable experiencia, tan nítida y palpable, tan simple y tan gigantesca a la vez, me ha servido de extraordinario punto de apoyo cuando sentí que mi fe flaqueaba.

Un sustento bíblico:

(Dijo Yeshúa) “Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos”. Lucas 22:32.

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PERMÍTANME ESTA REFLEXIÓN

A LOS ANIMALES, A LAS PLANTAS… ¿Y A LAS PERSONAS?

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