¿ME LO TRADUCÍS?
La palabra de Dios nos llega a través de las Escrituras, pero muchas veces su interpretación se complica por razones que son más importantes de lo que parece. Es que el lenguaje en el que fue escrita la Biblia, el antiguo hebreo, en reiteradas ocasiones no tiene una traducción exacta en otras lenguas. Con el griego, el idioma del Pacto Renovado, ocurre algo similar. Los traductores no tuvieron pocas dificultades ante la situación... Y el resultado son palabras que no siempre se ajustan al significado que le damos hoy en determinados lugares del mundo.
Por ejemplo, un célebre proverbio del rey Salomón, dice: “El principio de la sabiduría es el temor del Señor, y el conocimiento del Santo es inteligencia”(Proverbios 9:10). Cuando aquí leemos “temor” lo asociamos con “miedo”. Entonces es factible que esta frase nos sorprenda para mal, y sea una barrera que nos aleje de Dios. Para colmo este vocablo se repite con el mismo sentido, constantemente en la Biblia. Aquí la traducción correcta para “temor” no sería miedo sino “respeto reverencial”.
Hay otros pasajes dónde sí a este término se le puede aplicar el sinónimo que nuestra mente devuelve automáticamente. El apóstol Juan dice: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor…”(1 Juan 4:12a). Esto significa que si uno ama a Dios verdaderamente, no tiene por qué vivir atormentado por el miedo.
Lo que ocurre con esta palabra, temor, se puede trasladar a cuantiosos pasajes de las Escrituras. Entre tantas razones, las traducciones, en vez de ser un instrumento útil, si uno no está prevenido pueden ser un obstáculo que nos impida comprender el amor de nuestro Creador hacia la humanidad. Por eso, quienes deseen entender mejor la esencia de Su mensaje, no deberían quedarse con una lectura superficial o con pasajes sueltos de la Palabra. El que en cambio, la estudie con detenimiento, encontrará en su real magnitud el apasionante mensaje de amor y salvación que Dios nos ha hecho llegar.
Un sustento bíblico:
Dichosos todos los que temen al Señor, los que van por sus caminos. Salmos 128.1.
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