DETRÁS DEL PLACER INSTANTÁNEO
“Beber con moderación”, se aclara al final de las propagandas de bebidas alcohólicas. El consumo de alcohol aumentó enormemente, afianzándose como una de las causas principales de los graves problemas de la sociedad. Si bien la publicidad señala que beber en exceso es perjudicial para la salud, la poca o nula importancia que se le da a esta advertencia, se refleja, por ejemplo, en el grado de violencia y agresión que hay en la calle, en la destrucción que generan los accidentes de tránsito o en la depresión que sobreviene después de tomar de más. Reuniendo estas y otras variables, no es difícil darse cuenta de que su inadecuado consumo es gran responsable de muchos males que nos atacan.
La adolescencia es una puerta de entrada gigante a este flagelo. El alcohol suele avanzar con fuerza incluso entre chicos cuyos padres no hubieran imaginado, años antes, que su familia se vería afectada por situaciones tan complejas. Pero una vez que los jóvenes comenzaron a recorrer este camino, es muy probable que para volver atrás, sea demasiado tarde. Si bebemos con moderación, el alcohol no hace el efecto perseguido, o sea, la tan seductora borrachera. Y los “placeres” que temporalmente da este estado, son tentaciones difíciles de resistir, en tiempos en que la búsqueda de la diversión instantánea parece reinar por sobre todas las cosas.
Para Dios, no existe pecado en el hecho de ingerir bebidas alcohólicas. Sin embargo, sí condena el exceso y la adicción. Él anhela lo mejor para sus criaturas y por algo nos dio estas instrucciones. Pero una vez más, observando el mundo de hoy, a la vista está que también en esta cuestión, el ser humano, en general, ha elegido ignorarlo.
Un sustento bíblico:
Ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. 1 Corintios 6:10.
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