viernes, 6 de enero de 2023

PERMÍTANME ESTA REFLEXIÓN

LA NOCIÓN DE PECADO

Cuando oía que a su alrededor hablaban de pecado, el hijo del vecino (*) no sabía cómo reaccionar. Cosas que según lo que había escuchado, estaban vistas cómo pecados para Dios, para él eran comunes y corrientes. Eran normales para él y para la gran mayoría de la sociedad. ¿Quién tenía razón?, se preguntaba.

En su casa había una Biblia pero rara vez la miraba. Pensaba qué quienes la habían escrito, no lo hicieron inspirados por un creador sino puramente, por una iniciativa humana. Un estudio correcto de las Escrituras le hubiera permitido replantearse sus “convicciones”, pero él prefería la comodidad de seguir aferrado a ellas y dejar que el ejemplar que contenía la Palabra de Dios, siguiera cerrado. 

Ese rechazo hacia lo que de Dios provenía, constituía uno de los denominados “pecados”, esos de los que el hijo del vecino, tantas cosas había escuchado. Y ese pecado era, justamente, lo que lo estaba privando de la posibilidad de tener una vida de mejor calidad ahora, y una eternidad junto al Señor al partir de este mundo. No obstante, a pesar de su rebeldía, el Señor estaba listo para recibirlo. Si bien no era fácil la tarea, el hijo del vecino simplemente tenía que dejar de lado su orgullo e ir a Su encuentro. Al hacerlo no encontraría oposición, reproches ni castigos, sino, sencillamente, la inigualable felicidad que surge cuando un padre se reencuentra con un hijo amado.

Un sustento bíblico:

Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad. 1 Juan 1:9.

(*) El hijo del vecino podrías ser vos o yo. O cualquier hijo de vecino.




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