Confiar en alguien que puede dar vuelta cualquier partido.
Cómo futbolero que soy, conozco esas circunstancias en donde el equipo por el cual uno simpatiza está pasándola mal durante un partido. Hay ocasiones en las cuales los once que entran a la cancha sufren un asedio constante. El tiempo pasa, el equipo no encuentra el rumbo y el olor a frustración se huele en el ambiente. Desde la tribuna, no se vislumbra un cambio y la impotencia aumenta sin que se vea una luz al final del túnel. Pero puede suceder que, inesperadamente, lo que era un negro panorama tenga un feliz desenlace. Quizás, una hábil maniobra termine con la pelota en la red contraria y la angustia y la preocupación le den paso a una fiesta que sólo minutos atrás, era impensada.
A veces, lo que sucede en una cancha es comparable a la vida misma. Me ha tocado atravesar momentos de sufrimiento y no hallar una solución pese a pensar continuamente en las dificultades que me aquejaban. Dándole vueltas una y otra vez al asunto, haciendo un esfuerzo podía confiar en que finalmente llegaría la calma, aunque no a corto plazo. Sin embargo, Dios es especialista en darnos sorpresas y reparar situaciones de manera totalmente inesperada. Luego de haber puesto el problema en Sus manos, me ha sucedido que esas cuestiones que parecían tan difíciles de resolver, dieran un vuelco impresionante y se acomodaran prácticamente de la noche a la mañana. Más aún, que no sólo llegara la solución tan anhelada sino que, además, surgieran razones extra para seguir celebrando.
Así como de un partido con desarrollo adverso es posible salir ganando gracias a una jugada que destraba la situación, por más complejas que sean las circunstancias, Dios asegura la victoria de Sus hijos e incluso, puede entregarnos más gozo del que imaginábamos.
Un sustento bíblico:
Y ahora, gloria sea a Dios, que puede hacer muchísimo más de lo que nosotros pedimos o pensamos, gracias a su poder que actúa en nosotros. Efesios 3:20.
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