En lo personal, el 26 de septiembre es una fecha que recuerdo con mucha alegría, si leen la nota, ya se verá el motivo. (Aclaración: la foto es de una fecha cercana, pero no corresponde al partido que digo).
2009/2010
Excursio...
A diferencia de numerosos campeonatos, en esta ocasión los refuerzos fueron pocos, y los jugadores que permanecieron en el club, alcanzaron una cifra importante.
Entre los que por diferentes razones se marcharon, estaban Crespín, Del Río, Federico Díaz (que volvería para la segunda rueda), Gerry, Jaime, Marinelli. Leandro Pérez y Rizzo.
La muy buena tarea del equipo de Rondina -confirmado para la nueva temporada- ameritó la llegada de sólo un puñado de incorporaciones: Antoniades (iniciado en el club, estuvo en J. J. Urquiza en 2008/2009), Arriola (Berazategui), Baigorria (J. J. Urquiza), Cérica (Temperley), Fontenla (Italiano), Gareca (Español), Leandro Rodríguez (Sporting de Punta Alta), Leonardo Vázquez García (inferiores de Huracán) y el arquero Ávila (Luján).
Resulta difícil explicar el desarrollo de este campeonato. Para muchos hinchas, lo ocurrido representa una de las frustraciones futbolísticas más grandes que les ha tocado vivir. ¿Cómo no comenzar el resumen señalando que los dirigidos por Rondina acumulaban una ventaja de once puntos por sobre el segundo, y terminó por quedarse con las manos vacías? Efectivamente, eso fue lo que aconteció con el Verde, un conjunto sólido y eficaz en gran parte del certamen, que tuvo rachas y triunfos excelentes, como los cinco éxitos en fila de la primera rueda, y los 16 puntos sobre 18, en un tramo de la segunda.
Sin embargo, a partir de una derrota por 2-0 con Lamadrid en la fecha 27, ingresó en una etapa de irregularidad en la que apenas una vez más pudo ganar dos partidos en forma consecutiva. En consecuencia, Barracas lo alcanzó en la cima. En la última fecha enfrentó precisamente a los barraqueños en Olavarría y Luna. Llegaron con el mismo puntaje a esa instancia y el empate en cero, los obligó a dirimir el ascenso el domingo 18 de abril, en el estadio de Atlanta. El tiempo reglamentario entregó un redondo 0-0 y parecía que irían a los penales, ya que sobre la hora del suplementario, el tanteador no se había movido. Fue allí cuando apareció Salom, metió el único gol del partido y subió Barracas.
A un Excursionistas muy golpeado anímicamente, le restaba la chance del reducido para acceder a la Promoción. Logró superar las dos primeras fases (San Miguel y Midland) pero en la final perdió con Talleres en el Bajo (0-1) luego de empatar en Escalada (1-1).Luego, Almagro prevaleció en el cruce definitorio y mantuvo la categoría.
Y yo...
Y el regreso se concretó, nomás... Poco más de cinco años transcurrieron. Hasta que una tarde primaveral, contra Luján, volví a la cancha de Excursionistas. Los detalles son relatados más adelante, ya que son tantos que merecen conformar un capítulo entero. Después de este partido, hubo tres más, en esta temporada, que me tuvieron como asistente. Fueron los últimos tres del campeonato. ¿Por qué tan poquitos? Es verdad que había tomado la resolución de terminar con mi ausencia de Pampa y Miñones. También cierto es, no obstante, que muchas cosas habían cambiado en mi vida. Mi flamante condición de cabeza de familia y padre primerizo era la principal. Ariana iba a camino a cumplir sus dos primeros años. Cinco años atrás, prácticamente, no tenía otras preocupaciones que las de pensar en mí mismo. En ese contexto, el fútbol y Excursionistas, eran prioridades indiscutibles.
En esta nueva realidad, lo que predominaba en mis decisiones eran la familia (debo reconocer que tampoco le dedicaba el tiempo que merecía) y el trabajo. Yo estaba abocado de lleno a mis tareas de prensa en el futsal y las horas que le dedicaba me insumían gran parte de los siete días de la semana. Con el tiempo, también me daría cuenta lo equivocado que estaba en trabajar tanto, por más que el periodismo me gustara tanto que no lo entendiera como una carga. Si ante esa situación quizás me quedaba algún tiempo libre, prefería descansar.
La cuestión es que si bien Excursionistas jamás había dejado de ocupar su lugar en mis sentimientos, no me invadió esa antigua necesidad, de estar cada vez que jugaba un partido. Creo que además, ya empezaba a entender que el fútbol era simplemente fútbol: un hermoso pasatiempo pero no ese agente monopolizador del fanatismo exacerbado que lo ha enfermado.
La gran campaña del equipo de Rondina la seguí fecha a fecha, aunque no en vivo… Hasta que sobre el final del campeonato, saqué una conclusión: no me gustaría que Excursionistas dé una vuelta olímpica y yo no esté presente. Si en 1993 y en 2001, gocé a la par de la multitud albiverde, no quería permanecer al margen ante esta nueva chance, por más distinta manera de encarar las cosas que tuviera en esta etapa.
En la anteúltima jornada volví a Pampa y Miñones. Me encontré con mi primo Edy (que sí había ido la mayor parte del torneo) y juntos presenciamos el empate en cero con J. J. Urquiza. El Verde quedó igualado con Barracas y en la última fecha, debió visitarlo en su cancha. El partido se disputó un jueves de abril y volví a estar presente. Otro empate en blanco, implicó que el domingo 18 se encuentren en Villa Crespo para medirse, ahora sí, a todo o nada.
Esa mañana me dirigí hacia Villa Crespo, a pesar de que el desempate -a puertas cerradas- lo daban en directo por TyCSports. Desde la platea, con bastante gente de prensa en las proximidades, observé un partido que por el marco, más que una final, parecía un entrenamiento. Entré Ilusionado con la victoria y terminé decepcionado por la agónica derrota. A lo mejor, por las cosas que comenté más arriba, en lo personal ese bajón anímico no haya sido tan duro como otras frustraciones que le tocó vivir a Excursionistas años atrás. Esto únicamente era fútbol. Y el fútbol no podía ser la vida misma.
Un dato de color
No suele ocurrir que un técnico surgido en el ascenso llegue a Primera. Los casos son muy esporádicos. Pero Sergio Rondina sí fue capaz de dar el gran salto. Antes de llegar a Excursionistas sólo había dirigido la D y la C. Midland -el club del cual también surgió como jugador- en la D, y Cañuelas, Colegiales y Luján en la C. Después subió un escalón, conduciendo en la B Metro a Flandria, Atlanta, Platense y Villa Dálmine. En Campana (2014) logró el ascenso al Nacional B, ganándole una final al Tristán Suárez de Caruso Lombardi (otro DT, casualmente, nacido en el ascenso que pudo llegar a Primera). Dirigió a Villa Dálmine una temporada en el Nacional, y tuvo su gran oportunidad de volver a Arsenal -allí fue jugador- pero esta vez como técnico y en la A.
Luego pasó por Nueva Chicago y Los Andes en la B Nacional, desembarcando nuevamente en Arsenal. Con este equipo sufrió el descenso, pero el club de Sarandí enseguida recuperó su lugar en el círculo privilegiado de la mano de Rondina. Junto con la consagración de Villa Dálmine, fue la segunda vuelta olímpica conseguida por el «Huevo» en su meteórica carrera como entrenador, que arrancó en 2005.
En Excursio, totalizó 87 partidos, con 45 triunfos, 24 empates y 18 derrotas. Su promedio fue del 60,92 por ciento.
Y una anécdota personal
El 26 de septiembre de 2009 volví a pisar Pampa y Miñones para ver un partido oficial. Cinco años y casi tres meses, habían pasado desde la última vez. En aquella oportunidad, Excursio venció 3 a 2 a San Martín. En esta, derrotó 4 a 3 a Luján. No fue, obviamente, un partido más. No lo era, porque significaba mi retorno al Bajo después de una ausencia tan prolongada y porque llevé a la cancha a mi hija Ariana, que en ese momento tenía un año y nueve meses.
El tema me venía dando vueltas por la cabeza. Esa bonita tarde de sábado, me animé a tomarme el 42 con Ari y ver el segundo tiempo del partido. Era, en los cálculos, un cotejo de los denominados "tranquilos", ideal para llevarla por primera vez.
No quise ir desde el arranque, suponiendo que sería demasiado tiempo para una nena de su edad. Previo consentimiento de Romina -que vio con buenos ojos mi idea-, le colocamos la remera con el escudo de Excursionistas que le compré a Ari a días de haber nacido, y que le cabía muy bien, y partimos hacia Pampa y Miñones. Bajamos del colectivo, recorrimos las cuadras que nos separaban de la entrada de José Hernández e ingresamos, con la segunda etapa recién empezada.
Con Ari de la mano, atravesamos el pasillo lateral, dispuestos a contactar visualmente a mi primo Edy, con quien arreglamos el encuentro de antemano. En base a tantos elementos que se asociaban, me invadió algo más que una simple emoción. Y como broche de oro, el equipo de Rondina ganaría ese partido de la sexta fecha por 4 a 3, lo cual se convirtió en la primera victoria de una serie de cinco al hilo.
Nos ubicamos junto a Edy en lo alto de la tribuna "de madera" (aunque ya los viejos tablones habían sido reemplazados por escalones de material). Confieso que me hubiera gustado disfrutar del encuentro como en antiguas épocas, es decir, con la atención al cien por ciento en el juego y el ambiente que lo rodeaba. Sin embargo, me ocurría algo lógico: estaba más preocupado por que mi hija la pasara bien, que no se aburriera, que no se cayera, y por darle respuestas a tantas novedades visuales y auditivas que estaba registrando su cabecita.
Excursionistas perdía 3 a 2 al cabo del primer tiempo pero dio vuelta el marcador y ganó 4 a 3. Creo que a Ari le causó sorpresa oír el grito de festejo repentino, quebrando la rutina sonora de un estadio a la expectativa del gol. El empate lo hizo García Olmos; el desnivel, Cérica.
El silbato de Lucas Di Bastiano decretó el epílogo y muy contentos, al igual que nuestros vecinos de tribuna, bajamos y fuimos acercándonos a la salida, recogiendo saludos y felicitaciones de mucha gente a la que hacía años que no veía. La emoción por el cariño recibido también representó un sensible impacto en lo personal.
Ya en la calle, nos despedimos de Edy. En la zona de Barrancas esperamos el 42 para volver a Colegiales. Bajamos en Federico Lacroze y Conesa. Mientras caminábamos por esta calle en dirección a casa, le sugerí a Ari que cantáramos "dale Verde, dale Verde", así como la hinchada lo había hecho minutos atrás, en la cancha. Con la fuerza de su vocecita aguda, así lo hizo. Su cantito llegó a los oídos de un muchacho que caminaba varios metros más adelante, y que, instintivamente, se dio vuelta, exclamando una suerte de "Eh… Aguante Excursionistas".
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