Tratar de distinguir lo bueno de lo malo
Esto que tan simple parece, no lo es tanto, sobre todo cuando los formadores de opinión pública (la televisión, la radio, Internet) penetran en cada hogar y, sin que nos demos cuenta, establecen patrones de conducta desde muy temprana edad.
¿Un ejemplo? El consumo de alcohol y drogas aumenta sin cesar. La costumbre ha prendido tan fuertemente, que un adolescente que no quiera emborracharse un fin de semana, en lugar de sentirse bien por hacer lo correcto, quizás sufra por el menosprecio de otros chicos que pertenezcan a un grupo más numeroso. Pero todos, unos y otros, por causas distintas, son víctimas de una sociedad donde la mayoría no siempre (cada vez menos) es la que camina por el sendero correcto.
Por el contrario, ¿dónde se habla de Dios o de la Biblia hoy en día? ¿En la televisión? ¿En la radio? ¿En Internet? ¿En el colegio? Desde luego que no. Los formadores de opinión, en general, no emiten opinión al respecto. Por eso, este manual de instrucción por excelencia, que es la Biblia, el sitio que entre otras cosas nos enseña a distinguir lo bueno de lo mano, no llegará a nuestro conocimiento a menos que nosotros tengamos la iniciativa de ir por él.
No hay que sorprenderse por esta distorsionada realidad (llamar bueno a lo malo, y viceversa) que vive el ser humano, que tanto le ha dado la espalda a su Creador. Su misma Palabra, miles de años atrás, había anticipado que así sería.
Un sustento bíblico:
¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! (Isaías 5:20).
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