lunes, 7 de septiembre de 2020

PERMÍTANME ESTE CONSEJITO

Reconocer lo que somos

En una comedia infantil estadounidense, una despistada niñera convive con los cuatro hijos de un matrimonio y un mayordomo, en un fastuoso departamento de Nueva York.

En la primera parte de cada episodio, tienen lugar los malentendidos que le darán interés al capítulo, dotados de mentiras, traiciones, actitudes egoístas, celos, afán desmedido por el dinero… Y la lista podría seguir. Pero por la simpatía de los personajes y porque todo se desarrolla en clave humorística, es probable que ningún televidente se sienta con ganas de cambiar de canal debido a esta cuestión.
En los minutos finales del programa, los protagonistas como por arte de magia admiten sus culpas, los problemas se solucionan, y todo termina felizmente.
En la vida real, el carácter de las personas está compuesto por los mismos ingredientes que generan los disparatados conflictos de la serie. La diferencia, es que los engaños, la envidia, el egoísmo, etc… no se forman en un terreno de comedia ni se detienen en un abrir y cerrar de ojos, sino que se perpetúan, haciendo de este mundo, un lugar cada vez más problemático y hostil.
La mentira, la ambición desmedida, la falta de consideración hacia el prójimo y todo lo enumerado líneas arriba, constituyen ese pecado del que tanta gente se ríe y ridiculiza cuando se hace referencia a él. Cada ser humano los lleva incorporado, más allá de que no hayamos robado ni matado a nadie. Y por todos los esfuerzos que hagamos, no seremos capaces de evitarlos por nuestros propios medios.
Ni sólo los gobernantes, ni los hombres de poder. Ellos y absolutamente todos los que lo habitamos, con nuestros pecados aportamos para convertir al planeta en el caos que es.
En las condiciones en la que estamos, ¿cómo obtendremos el perdón de nuestro Creador? Hay una salida: de la única manera que Dios nos acepta en Su presencia, es a través de Yeshúa (Jesús, en su idioma original, el hebreo), quien cuando estuvo sobra la faz de la tierra murió para que los pecados de los que en esta verdad han creído, sean sepultados y olvidados para siempre.

Un sustento bíblico:
Yeshúa le contestó: ―Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar al Padre si no es por mí. (Juan 14:6).

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