viernes, 16 de diciembre de 2022

PERMÍTANME ESTA REFLEXIÓN

¿DE PADRE A HIJO?

Una de las instrucciones que nos entregó Dios, se refería a que Sus leyes debían transmitirse de padres a hijos. En Deuteronomio 6: 6-7 podemos leer: “Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes”.

Estas indicaciones que en principio recibió el pueblo de Israel, quizás hayan funcionado por algún período, pero con el transcurso de las generaciones, el mensaje que debía prolongarse a través de las épocas, fue variando o directamente se interrumpió. Ante el menosprecio a las instrucciones de nuestro sabio Creador, el resultado fue la decadencia de Israel, que habiendo sido una nación próspera durante el reinado de David –que amaba a Dios y guiaba a los israelitas por esa senda-, fue barrido de su tierra por sus enemigos. Muchos de los reyes que sucedieron a David no siguieron su ejemplo y tanto ellos como la nación, sufrieron graves consecuencias.

Esto se puede aplicar también a estos tiempos: una sociedad que elige hacer oídos sordos a la sabiduría de Aquel que todo lo creó, termina triste, conflictuada y ahogada en la corrupción que ella misma generó. ¿Cómo hemos llegado a semejante estado? El primer paso para que tal decadencia acontezca, tranquilamente puede darse con algo tan simple como el hecho de que los padres, no les hablen de Dios a sus hijos. 

Un sustento bíblico: 

Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito. Josué 1:8.




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