La mente humana es brillante pero su corazón, al
mismo tiempo, es capaz de producir grandes males. ¿Un ejemplo? Extraordinarios
inventos en la historia de la humanidad, luego fueron utilizados para cometer
las peores barbaridades. Se cuenta que la pólvora, al ser descubierta en China,
en principio no tuvo una finalidad bélica. Con ella se hacían fuegos artificiales.
Poco después, ya se utilizaba para la guerra. Las armas fueron
perfeccionándose, y siglos más tarde, no hace falta aclarar lo que significan
en la propagación de asaltos, crímenes, etc. La bomba atómica es otro ejemplo: primero se
descubrieron los procesos para provocar una reacción nuclear. Más adelante, valiéndose
de esto, artefactos de destrucción masiva causaron terribles masacres.
Si bien no todas las personas son capaces de robar y
matar, hay componentes nocivos que anidan en ellas, como el egoísmo, la codicia
y la falta de amor hacia el prójimo. Estos elementos, que sí son comunes a
todos, contribuyen a dificultar cada vez más la supervivencia de la Tierra. Y
así, vemos como una mente privilegiada, también puede generar el caos, unida a los
bajos instintos del alma. ¿Cómo se anulan estos pecados que irremediablemente
nos conducen al precipicio? Por más esfuerzos que haga o buena voluntad que
ponga, el hombre no puede lograrlo por sí mismo. La única salida es reconocerse
pecador y aceptar el perdón que Dios quiere darnos. Sólo si así lo hacemos, gracias
al sacrificio del Mesías, Yeshúa (Jesús), quien pagó con esta obra por los pecados
que nos pertenecen, nuestra completa restauración será posible.
Un sustento bíblico:
Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay confusión y toda clase de acciones malvadas. Santiago 3:16.
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