LO QUE NOS FALTA Y LO QUE TENEMOS
Está claro que es muy difícil, o directamente
imposible, tener todo lo que uno quiere. Ni en el aspecto material, ni en temas
como la salud, el afecto e incluso lo espiritual. A menudo, habrá algo que
creemos que nos está faltando. Y también se da, que eso que nos falta, no deja que
disfrutemos de lo que sí tenemos.
Recién cuando perdemos algo que sí era nuestro,
empezamos a valorarlo. Si en casa se corta la luz, el agua o el gas, nos damos
cuenta de los problemas que esto provoca. Pero mientras todo funciona bien,
rara vez se nos ocurre pensar: “Qué bueno que puedo disfrutar de esto”.
Lo mismo sucede con muchísimas cosas. Por
alguna razón, al ser humano lo domina una tendencia a vivir disconforme, poniendo
el foco en el medio vaso vacío y no en el lleno. Una hermosa frase dice: “No tengo
todo lo que quiero pero quiero todo lo que tengo”. ¿Qué tal
si intentáramos aplicarla? Nos permitiría afrontar cada día con mayor alegría.
Y por sobre todas las cosas, debemos recordar
que lo máximo a lo que podemos aspirar en nuestro paso por este mundo sí lo
tenemos. Se llama Yeshúa (Jesús) y está junto a nosotros, esperando que nos
acerquemos para tendernos Su socorro desinteresado. Un socorro siempre
disponible, y fundamentado en el infinito amor de Dios, que llega junto con
promesas de bendición y vida eterna para quienes no rechacen la obra salvadora
que más de dos mil años atrás, se cumplió conforme a lo establecido en las
Escrituras.
Un sustento bíblico:
Aun en la vejez, cuando ya peinen canas, yo
seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice, y cuidaré de ustedes; los
sostendré y los libraré. Isaías 46:4.
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