SUPERFICIALIDAD VERSUS CORAZÓN
Durante la infancia y la adolescencia se
empiezan a establecer los valores que a las personas marcarán a lo largo de su
vida. A esa edad, ¿a qué se le da más importancia? En la escuela primaria y
secundaria, donde los chicos pasan gran parte de su tiempo, se les presta
atención a los que sacan notas altas, a los más atractivos físicamente, a los
más simpáticos y extravertidos, a los más hábiles en juegos y deportes... Y
también a los que más dinero o bienes materiales tienen.
Sí bien en la teoría puede sonar feo decir que
estas cualidades dan mayor nivel, ¿quién negaría que en la práctica, la
sociedad se rige por estos valores? Lo externo y lo superficial -cuando somos
chicos- prevalece por sobre lo que hay en el corazón o en el interior de las
personas, y siendo adulto, es difícil que la sociedad pueda modificar estos
modelos. Por eso, en función de los valores que se priorizan, no es extraño que
tengamos un mundo abrumado por las dificultades.
Hay algo, en cambio, a lo cual la sociedad le
da importancia mínima o nula. Ese valor es la fe, que, paradójicamente, para
nuestro Creador, es uno de los valores más grandes a los que pueda aspirar un
ser humano. Las Escrituras aclaran que sin fe no se puede agradar a Dios. Para
Él nada significan el dinero o el aspecto físico; si tenemos o no un auto o la
marca de las zapatillas que usamos. Por eso, mediante la búsqueda de la fe y la
obediencia, nuestra meta debe ser, sobre todo, complacer al que nos da la vida,
nos ama y nos salva.
No caigamos en la tentación de entristecernos,
acomplejarnos o fastidiarnos cuando nos parezca que no estamos a la altura de
los valores del mundo. Y pensemos que nada de esto trae una felicidad duradera,
mientras que esa paz que sólo el Señor es capaz de dar, sí podrá llenarnos de
un gozo que no conoce de fronteras. Ni en esta vida ni en la eternidad.
Un sustento bíblico:
¿Qué busco con esto: ganarme la aprobación
humana o la de Dios? ¿Piensan que procuro agradar a los demás? Si yo buscara
agradar a otros, no sería siervo del Mesías. Gálatas 1:10.
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