EL DESCANSO QUE NECESITAMOS
El hijo del vecino (*) tenía un problema que no lograba resolver. Pensaba día y noche en ello. El tema le daba vueltas en la cabeza y no hallaba la solución. Le costaba dormirse y a veces, hasta soñaba con ese asunto que tanto le preocupaba. En cierto momento, lo asaltó la sensación de que mientras más pensaba, más se le complicaba encontrar una salida.
Muchas veces, a lo mejor sin darnos cuenta, nos empeñamos en querer controlar todo. Pensamos que si no pasa todo por nosotros, los problemas no se solucionan. Esto nos cansa, nos estresa, y a menudo sucede que aún habiéndonos esforzado mucho, seguimos metidos en un callejón sin salida. Pero hay cosas que escapan a nuestro alcance y contra las que la limitada fuerza que tenemos, no puede luchar. A veces, ni siquiera nosotros mismos somos capaces de entender lo que ocurre, ni a nuestro alrededor, ni en el interior de nuestra mente. El Señor, en cambio, sí lo sabe. Él ve todo lo que pasa y conoce a cada persona que nos rodea. Por eso, nos invita a confiar más en Su poder. A descansar en Él. A dejar en Sus manos los asuntos que a nosotros nos cuesta resolver. Dios nos ama y desea ayudarnos, como ese padre que anhela socorrer a su pequeño hijo cuando este tropieza.
Por eso, busquemos Su presencia en oración. Pidámosle ayuda en todo momento. Y no nos desesperemos si el auxilio no llega en el instante que pretendemos. Porque Él, mejor que nadie, sabe cuándo debe darnos la respuesta que necesitamos.
Un sustento bíblico:
En paz me acuesto y me duermo, porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado. Salmo 4:8.
(*) Acá o en cualquier rincón del mundo… El “hijo del vecino” podrías ser vos, yo, o cualquier hijo de vecino.
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