sábado, 5 de agosto de 2023

PERMÍTANME ESTA REFLEXIÓN

EL SEMÁFORO. 

“¿Hay algo más ridículo que quedarse esperando en un semáforo cuando no viene ningún vehículo?” Tal vez haya sido esto lo que pensó ese joven parado junto al cordón de la vereda, y aunque la luz estaba en rojo, cruzó la calle caminando, igual a como miles y miles de personas en la misma situación, lo hacen en diferentes puntos de la ciudad. ¿Habrá alguna ordenanza más ignorada que ésta en la Argentina? Quizás la respuesta sea un rotundo NO. Aunque en otros países, el semáforo sí se respeta, como cualquier otra ley. La clave es que mientras en otros lados hay fuertes multas para quienes crucen en rojo, en nuestro país nadie lo controla ni lo castiga. El que se quede esperando la luz verde, seguramente lo hará para evitar un accidente, y no porque tenga predisposición a acatar las reglas del tránsito. 

El semáforo es una gran muestra para entender cómo actúa la mente del ser humano.  Hacemos lo que nos indica una autoridad, si sabemos que por no cumplir, tendremos que afrontar un costo. Pero si no hay costo (ni castigo económico, ni accidente, en el caso del semáforo) lo más factible es que tampoco hagamos caso a la ley. Y esto podría aplicarse a cada norma que intente regular nuestras vidas.

Lo mismo, ha hecho la rebeldía del hombre en su relación con su Creador, que ha dispuesto una serie de leyes para nuestro beneficio. Pero la gente las transgrede y anda por el mundo como si Dios no existiera, pensando (de manera consciente o no) que su incumplimiento no tendrá ningún costo. Sin embargo, a través de la Palabra, Él nos advierte que en algún momento, todos deberemos rendirle cuentas. Entonces, sí habrá consecuencias para aquellos que mientras pasaron por esta vida eligieron la desobediencia. 

Pese a todo, y entendiendo que el hombre es incapaz de cumplir sus mandatos, Dios solucionó el problema, haciendo que su hijo Yeshúa (Jesús), con su muerte, asumiera el costo de todas las transgresiones y así, la humanidad no tuviera que ser castigada como merece. La persona  que no haga oídos sordos a esta obra de amor y salvación, al margen de sus pecados, podrá disfrutar de una nueva relación con el Señor en la tierra, y de la paz eterna, cuando le toque partir. 

Un sustento bíblico: 

Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Yeshúa El Mesías, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Romanos 8:1-2.




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