LA CRISIS NO ES CASUAL
La
crisis que vive la sociedad no es casual, si se considera que la célula
primaria de esta sociedad es la familia. Si por lo general, en los hogares hay
grandes problemas de convivencia, lo más probable es que esto repercuta también
en los niveles más altos. En la actualidad, los conflictos que sufre la gente
se manifiestan ya desde la infancia. Matrimonios deshechos y familias
desintegradas son tan comunes como el hecho de que los hijos pasen mucho tiempo
en soledad y se críen lejos del amor de los padres. No será raro, entonces, que
cuando los niños sean adultos, hayan trasladado a la sociedad la falta de
cariño y contención que tuvieron en sus primeros años de vida. Cuando a la
familia no se le da la importancia que se le tiene que dar, sus integrantes lo
padecerán puertas adentro, y en consecuencia, también puertas afuera. Pero,
¿por qué la familia está tan degradada? ¿Quién lucha contra ella? Sin duda,
existe un orden natural que ha sido alterado. Hoy, la gente suele hacer las
cosas más a nivel individual que en función colectiva. Eso significa que se
desarrolló un egoísmo tal, que las personas son capaces de priorizar la
satisfacción inmediata y personal por sobre cualquier cosa, incluso, si en esa
búsqueda de placer tienen que ignorar las necesidades de sus seres queridos. Y
si se desinteresan por éstos, que son los más cercanos, ¿qué queda para los
demás? Como para favorecer el conflicto, la sociedad nos sirve en bandeja
elementos de atracción muy fuertes, sobre los cuales es fácil caer en la
tentación. El alcohol, las drogas o el descontrol sexual son algunos ejemplos.
Ir tras ellos, nos conducirá a la decadencia personal y a aportar otro granito
de arena, con el que seguiremos contribuyendo al deterioro del mundo que
habitamos.
Un
sustento bíblico:
(Dijo
Yeshúa -Jesús-): Estén alerta y oren para que no caigan en tentación. El
espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil.
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