RICOS PERO POBRES
Un periodista de larga trayectoria se refirió
a los problemas económicos que los trabajadores estaban sufriendo en su empresa,
un reconocido diario de su país. Hay casos, escribió, dónde los hombres de
prensa, perciben mensualmente un dinero parecido al que ganan personas que venden
pañuelos en la calle para poder subsistir. Su malestar frente a la patronal de
la empresa, los había llevado a hacer una huelga. Así, pretendían lograr
condiciones de trabajo más dignas.
Esta problemática de “patrones
ricos y empleados pobres” es tan vieja como el mundo. Ya hace miles de años,
a través de las Escrituras, Dios formuló una advertencia para los poderosos: “No
oprimirás al jornalero pobre y necesitado, ya sea uno de tus conciudadanos o
uno de los extranjeros que habita en tu tierra y en tus ciudades”
(Deuteronomio 24:14).
Sin embargo la advertencia no sirvió de mucho,
porque el corazón del ser humano no tiende a compartir sino a acumular más y
más para sí mismo. Esto explica la realidad de un mundo injusto, en el que los
ricos son cada vez más ricos, y los pobres, cada vez más pobres. Pero no se
trata de centrar las acusaciones en los millonarios porque en general, nadie
está libre de culpa. El problema no pasa por la plata que tenga cada uno, sino
por el egoísmo que anida en nuestros corazones.
Dios también ha advertido sobre lo qué
sucederá si, tratando de acumular bienes materiales en esta vida, nos
desentendemos del que, justamente, nos la ha dado. La codicia, es uno de los
grandes males de este mundo, y al igual que tantos pecados, nos apartará de la compañía
eterna del Señor, de no haber un arrepentimiento sincero luego de haber caído
en él.
Un sustento bíblico:
A los ricos de este mundo, mándales que no
sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras,
sino en Dios, que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos. 1
Timoteo 6:17.
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