La ingeniería del mal
En 2020, la pandemia mantuvo a la gente en sus hogares. Pero los
delincuentes hallaron, igual, más formas de cometer delitos. Limitados en las
calles, desarrollaron habilidades para idear nuevas maneras de quedarse con lo
ajeno. Hoy, si las personas no ponen especial atención en cómo se manejan con
el celular o la computadora, podrían perder los ahorros de toda su vida en unos
minutos, y sin conocer siquiera la cara del autor del robo.
La astucia para hacer el mal no se detiene. Por el contrario, pareciera
que cada vez se perfecciona más. No solamente hay ladrones repartidos en todo
tipo de especialidades: la diversa clase de delitos es sorprendente, y
fácilmente comprobable al repasar las noticias del día. Sin embargo, muchos
pecados que para las leyes humanas no son delitos, también están destruyendo a
las sociedades del mundo. La Palabra de Dios anticipó que esto sucedería. Hace
unos dos mil años, el apóstol Pablo escribió: “Ahora bien, ten en cuenta que en
los últimos días vendrán tiempos difíciles. La gente estará llena de egoísmo y
avaricia; serán jactanciosos, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los
padres, ingratos, impíos, insensibles, implacables, calumniadores, libertinos,
despiadados, enemigos de todo lo bueno, traicioneros, impetuosos, vanidosos y
más amigos del placer que de Dios” (2 Timoteo 3: 2-4).
Este panorama que pintó Pablo, refleja un estado del ser humano que bien
podría ser el actual. En este estado, nadie podrá presentarse ante Dios. Aunque
para evitar la condena eterna, todavía existe la posibilidad del
arrepentimiento y la vuelta a un camino que nos aleje del mal. Ese camino se
llama Yeshúa (Jesús), el único que nunca pecó, y que con Su muerte y
resurrección, liberó la ruta para salvar a los que así lo creyeron.
Un sustento bíblico:
Yeshúa (Jesús) le dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie
viene al Padre, sino por mí”. Juan 14:6.
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