viernes, 11 de junio de 2021

PERMÍTANME ESTE CONSEJITO

 

Revisar sin en algo estamos fallando.

Hace muchos años tenía la idea de que la vida de los creyentes era mucho más sencilla que la de los “no creyentes”. Quizás entendía que Dios les solucionaría sus inconvenientes, o algo por el estilo. Cuando maduré en la fe, supe que el Señor jamás había prometido una vida libre de dificultades, sino el hecho de acompañarnos a cada instante, de resolver las situaciones que Él consideraba convenientes, y de alivianar nuestras cargas en la medida que nosotros fuéramos capaces de delegar en Él, asuntos que no están a nuestro alcance resolver. Aún así, los creyentes solemos atravesar caminos repletos de conflictos personales, familiares, laborales, etc. Sería muy largo hablar acerca de motivos por las cuales aun gente de fe, no puede librarse de problemas que padece desde hace tanto tiempo, que ya se han convertido en crónicos.

Personalmente, pienso que una de las causas está más próxima de lo que a muchos les parece, y se relaciona a un conocido concepto alusivo a las Sagradas Escrituras: en la obediencia está la bendición. No digo concientemente, pues supongo que no habrá creyentes que quisieran desobedecer al Señor adrede, pero, ¿no estaremos, en forma inconciente, haciendo algo que esté en contra de Su voluntad?

Dios nos ha indicado que no olvidemos revisar a cada paso nuestra conducta respecto de sus instrucciones. Por ejemplo, así: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8). Asimismo, en el  versículo siguiente, nos alienta a que lo hagamos y pone de manifiesto Su fidelidad: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque el Señor tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”. (Josué 1:9). No mucho antes, Moisés le había dicho al pueblo de Israel: “No añadan ni quiten palabra alguna a esto que yo les ordeno. Más bien, cumplan los mandamientos del Señor su Dios” (Deuteronomio 4:2). Y cientos de años después, el Rey David, por ejemplo, escribió: "¡Cuánto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación." (Salmo 119:97).  

Así como existe la promesa de bendición frente a la obediencia, la desobediencia trae consigo la llegada tardía o la ausencia de las bendiciones, lo que podría reflejarse en la persistencia de problemas de compleja resolución, incluso para creyentes perseverantes en la oración y en la lectura de la Palabra.

Un sustento bíblico:

El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 Juan 2:17).

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