domingo, 7 de marzo de 2021

EXCURSIONISTAS 2018/2019


 
Este es sólo uno de los 40 capítulos de "Excursionistas y yo". El libro completo podés leerlo y descargarlo gratuitamente con sólo clickear sobre la tapa, a la derecha de este blog. Foto: Adrián Bollici.   

 Excursio...

Otra profunda renovación del plantel albiverde aconteció en este nuevo certamen, incluyendo un cambio de entrenador. La elección recayó sobre Gabriel Manzini, que venía de dirigir a Deportivo Merlo y contó con estos refuerzos: Benaducci (Cañuelas), Curima (Estudiantes de San Luis), Esteban (San Telmo), Gaeto (Midland), Guzmán (Luján), Krieger (Bella Vista de Bahía Blanca), Leyes y Molina (Atlanta), Montero (Morón), Reynoso (Cáceres F. C.), Vidal y el arquero Budiño (Dock Sud). Además, volvieron al CAE, Farías (Cambaceres), Semería (Riestra) y Villanueva, que había estado inactivo. Para la segunda rueda se sumó Gabriel Alderete (Acassuso).
Aparte de los jugadores del club, de la temporada 2016/2017 sólo quedaron Arias, Miguel López, Schönfeld y los arqueros Iriarte y Argüello.
En un campeonato cuyo nuevo reglamento proponía un incentivo impensado (dos ascensos directos y un tercero, mediante un octogonal) el comienzo fue errático. Dos derrotas en las dos fechas iniciales no pronosticaban un panorama alentador. El equipo ganó su tercer partido pero cuatro empates consecutivos siguieron haciéndole perder terreno en su lucha por el ascenso. La irregularidad siguió acompañándolo. Más adelante llegó a ganar cuatro encuentros en fila, pero luego igualó otros cinco partidos consecutivos y así cerró su primera rueda, totalizando 26 puntos en 18 jornadas.
En las revanchas la producción mejoró. Los dirigidos por Manzini sacaron 31 puntos. En un momento una aproximación a la zona de los líderes trajo ilusión a Pampa y Miñones, en especial, cuando el Verde logró hilvanar un invicto de diez fechas (cinco triunfos y cinco empates). Un traspié con El Porvenir interrumpió su racha y luego, el puntaje bastó para que pudiera ingresar al reducido, clasificándose en quinto lugar, mientras Argentino de Quilmes y Armenio obtenían el ascenso directo.
En el octogonal eliminó a Luján (empate 1 a 1 en el Bajo y mejor posición en la tabla) en cuartos de final. En semifinal comenzó a jugarse con la modalidad partido y revancha. Dos empates en un gol con Laferrere y el triunfo por la vía del penal en La Matana, catapultaron a Excursionistas a la final ante San Carlos. En Berisso el local ganó 3 a 2. En el Bajo Belgrano, el Verde lo hizo por 1 a 0, lo que provocó una nueva definición desde los doce pasos. En esta ocasión, el visitante tuvo mejor puntería, ganó 4 a 3 y subió a la B.  

Y yo...

En junio de 2019, añadí a mis tareas laborales acostumbradas, una nueva ocupación relacionada al periodismo. La administración de un par de sitios webs vinculados a la Ciudad de Buenos Aires. En estos espacios tenía la oportunidad de expresar algunos pensamientos, aún si éstos no estaban estrechamente ligados a la cotidianeidad porteña. El 30 de junio, por la final perdida ante San Carlos, fue un día doloroso para los hinchas de Excursionistas. En lo personal, presencié el partido desde la platea, y a este sentimiento debí sumarle una sensación de tristeza, que volqué días más tarde en la página Buenos Aires Ciudad de Noticias, con el título "El lugar donde todo vale" y éste texto:
Escena número 1: platea de un estadio de fútbol del ascenso. Gente enfervorizada. Nerviosa. Mezcla de angustia y ansiedad en esos simpatizantes que vibran en el sentido del rumbo de la pelota, de las agujas del reloj, de las decisiones de una terna arbitral. Los encargados de impartir justicia y los rivales son blanco de los más gruesos insultos. De las ofensas más graves que acaso se le puedan desear a un ser humano. Pero claro, es fútbol, y en fútbol, todo parece valer. Sería ridículo creer que fuera de los 90 minutos semejante odio fuera el mismo. Un partido es como una gran obra teatral. Una puesta en escena en la que por ser fútbol, todo está permitido.  A mi izquierda, un hombre de unos sesenta años insulta sin cesar. Más abajo, un muchacho de mediana edad grita cosas irreproducibles. A la actitud de estas dos personas, hay que multiplicarlas por cientos, por miles quizás…  Las mujeres no se quedan atrás. Muy cerca hay nenes chiquitos. Un rubiecito, que tal vez no llegue a los diez años, mira y se sonríe, divertido. ¿Qué pensarán esos chicos cuando escuchan a sus padres y abuelos? ¿Qué pasará por su cabecita cuándo los ven en ese estado de enajenación? ¿Qué estamos sembrando en el corazón de nuestros hijos? ¿Todo vale porque es fútbol? Preguntas demasiado inoportunas para formularse en medio de un partido por el ascenso de categoría.
Escena número 2. Contra el alambrado, un señor de alrededor de setenta años descubre a un post-adolescente en actitud sospechosa. El chico está tranquilo, mirando el juego. Tiene una hoja y una birome. Pero es "sospechoso" porque, simplemente, podría ser del equipo rival. En la Argentina hace más o menos diez años que el público visitante, para prevenir posibles actos de violencia, tiene vedado el ingreso a las canchas. Muy perspicaz, el veterano hincha local entiende que este joven no es periodista sino un infiltrado. Se acerca, le grita con furia al oído, lo amenaza, y logra que se vaya. Entre los testigos, nadie le discute al hombre su salvaje actitud. Por el contrario, hasta parecen disfrutar de la incómoda situación que vivió el muchacho.
Escena número 3. El árbitro se equivoca groseramente a favor del local. Un jugador acaba de aplicarle un cabezazo a un contrario, y éste queda tendido en el suelo. Pero ni el juez ni sus asistentes lo vieron. Por ende, no saca ninguna tarjeta. A nadie, desde luego, se le ocurre reprocharle al árbitro su omisión. Pero minutos más tarde, basta que éste pite algo en contra, para que automáticamente sobre él caigan denigrantes agresiones verbales. Los rivales que se quejan de la presunta injusticia, son "llorones", y también blanco de gruesos epítetos. Cuando en otro momento, los que reclaman algo son los propios, ellos tienen razón y los equivocados son nuevamente los árbitros, sobre los que llueven más insultos.
Escena número 4. Gol del club dueño de casa. El festejo es ensordecedor. Grito la conquista con fuerza. Me doy vuelta y abrazo a mi tío y mi primo, que están en la fila de arriba. Es un largo abrazo que, según recuerdo, sólo tiene antecedentes en otro partido, de hace tres años. El fútbol es tierra fértil para todo. Para lo malo y lo bueno. En esa súbita demostración emocional, se resumía un amor parental que iba más allá de un hecho deportivo. ¿Cuántas veces quisiera decirles lo mucho que los amo y vaya a saber por qué motivo (¿vergüenza?) no lo hago? ¿Por qué tener que esperar a un acontecimiento de esta naturaleza para fundirme en un abrazo con ellos? Es que este deporte permite que bajo su jurisdicción se blanqueen sentimientos de todo tipo. Lamentablemente, también los más bajos, ya que la sinrazón, la intolerancia, la falta de respeto, la violencia, el individualismo (y podríamos seguir) afloran de modo contundente en una cancha. ¿El fútbol es aquella obra de teatro descrita líneas arriba? ¿Nuestro comportamiento repulsivo también es ficticio y un hecho aislado que sólo dura 90 minutos? Más bien, todo lo contrario: las enumeradas, son conductas que exteriorizamos sin pruritos en una cancha, pero que llevamos bien metidas, enquistadas, en nuestro corazón, al igual que cada ser humano que vive sobre esta tierra. Cada día, quizás sin la intensidad que el fútbol propicia, nuestra conducta sale a la luz. Y tenemos el mundo que tenemos.

Un dato de color

Junto con Diego Molina y Christian Montero, Sebastián Vidal fue el que más partidos jugó en la presente temporada: 40, sobre un total de 43 cotejos, contando torneo regular y octogonal.
En el caso de Vidal su trayectoria tenía una connotación especial, pues en su currículum estaba nada menos que Boca Júniors. Si bien en el club de La Ribera no jugó oficialmente, sí integró el plantel superior, en 2013/2014, cuando era dirigido por Carlos Bianchi. Surgido de las inferiores xeneizes, el volante también actuó en CAI de Comodoro Rivadavia (Nacional B), Unión (Nacional B y A), Patronato de Paraná (Nacional B), Temperley (Nacional B y A), Estudiantes (Primera B) y Dock Sud (Primera C), antes de recalar en Excursionistas, a los 29 años. En 2019/2020, continuó en el CAE, pero sólo en el Apertura, ya que decidió dejar la práctica para dedicarse enteramente a sus actividades extrafutbolísticas. Tras el arribo de Alberto Fernández como Presidente de la Nación, Vidal asumió como Secretario de Deportes de Avellaneda.
Pero Vidal no fue el único ex Boca de este plantel. Andrés Guzmán hizo inferiores en el mismo club, aunque siendo muy chico, y luego de jugar en la octava división, pasó a la séptima de Vélez.  Más adelante, construyó una larga carrera, sobre todo en el ascenso, firmando para Excursionistas a los 30 años.
También el arquero Budiño fue boquense, llegando más lejos que Guzmán pero no tanto como Vidal. En Boca atajó hasta la división reserva, pasando a Dock Sud y por último, a Excursionistas.

Y una anécdota personal

El 4 de febrero de 2019 cayó lunes. Esa tarde Excursionistas recibió a Midland, aunque no se lo podría clasificar como "atípico", considerando que los tres partidos anteriores, el Verde también los había jugado un lunes, tanto de local como de visitante.
En lo personal, al encuentro con Midland le adjudiqué un valor especial porque después de un largo tiempo, fuimos en familia a la cancha. Las nenas ya tenían once y siete años respectivamente. Y si bien estaban al tanto de mis gustos futbolísticos y mi condición de hincha albiverde, yo tenía claro que ellas no seguirían los mismos pasos. El fútbol les interesaba poco y nada, algo que me producía cierta desilusión, aunque al pensarlo más en profundidad, prefería que fuera así.
Aquel lunes veraniego, no obstante, junto con mi mujer, accedieron a acompañarme al Bajo Belgrano. La planificación fue la misma que cuando eran más chicas: ir sólo al segundo tiempo, ya que hubiera sido demasiado aburrido para las tres estar dos horas o más presenciando un espectáculo del cual entendían muy poco ni tampoco les interesaba aprender.
Tuve la idea de que fuéramos a la Tribuna Centenario, inhabilitada para el público en general. Mi intención era la de evitar que ellas vieran el partido en medio de los insultos (los "folclóricos" y los que no lo son), que sabía que habría, porque es "normal" que esto acontezca en una cancha de fútbol. El inconveniente, era que ignoraba quién estaría en el acceso a la Centenario y era probable que no nos dejaran pasar. Lo único que me daba esperanzas de poder estar allí, era mi carnet del Círculo de Periodistas Deportivos y el recuerdo de que en alguna época, parte de la prensa era destinada a este sector. Si mi idea fallaba, el plan B consistía en dar la vuelta e ingresar al sector habilitado, como cualquier simpatizante "villero".
Todo indicaba que debería recurrir al plan B. Al portero de la Centenario no le provocó nada en particular ver mi credencial. Estuvo unos  segundos observándola. Al parecer, estaba dispuesto a impedirnos la entrada, ya que el periodismo tampoco estaba habilitado para permanecer en este lugar, como en otras épocas. Fue entonces, que apareció el presidente del club, Javier Méndez, que llegaba desde la puerta de Pampa. El portero le mostró mi carnet. Javier, apurado, lo miró y pronunció algo como esto: "Sí, Pablo Wildau, dejalos pasar".  Y se metió en la tribuna. Un segundo más tarde, los cuatro estábamos adentro. Ignoro si el presidente me conocía de nombre -nunca nos cruzamos personalmente-, o si sólo quería sacarse el problema de encima. Ni en ese momento ni más adelante, volvimos a encontrarnos, o sea, que mi duda no se disipó.
¿El partido? Ganaba el equipo de Manzini 1 a 0 desde el primer tiempo (gol de Schönfeld) y el resultado no se modificó. Nosotros nos sentamos en lo alto, y desde allí, disfrutamos del espectáculo. Tras la pitada final, en la parte baja, me encontré con Mariano Viezzoli y Emiliano Quiroga, que cumplían funciones dirigenciales. Charlamos un rato y en el anochecer, alegremente, nos fuimos a casa por la ruta Miñones-José Hernández, por la cual seguí reencontrándome con más viejos conocidos que venían caminando del lado contrario, como Emiliano Marinelli, Daniel Viviani y Eduardo Castro. El cálido saludo de todos, fue la frutilla que coronó una hermosa jornada.   
  

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