viernes, 29 de septiembre de 2023

PERMÍTANME ESTA REFLEXIÓN

“QUISIERA CREER, PERO NO TENGO FE” 

He escuchado frases como esta de manera frecuente. Incluso yo mismo, muchos años atrás, pude haber pensado así. Sin embargo, todos venimos a esta tierra con una dosis de fe. Las circunstancias de la vida y el mundo que nos rodea pueden hacer que esta fe aumente, o que disminuya hasta pasar casi inadvertida. Pero también, puede resurgir si ponemos empeño en esa tarea y, aún con la poca o nula fe que decimos tener, nos dirigimos a Dios para que nos ayude a reconquistar este valor tan menospreciado en un sistema donde por encima de lo espiritual, gobierna lo material y lo superficial. Si creyéramos que nuestra falta de fe no tiene remedio, probemos con confiarle el problema a Dios, porque en Él -no en nosotros- reside el poder para hacer posible lo imposible.

El Señor se agrada de los que con fe lo buscan. Por lo tanto, también espera que con humildad nos acerquemos a Él, para tendernos esa mano que anhela darnos.

Un sustento bíblico: 

Porque me has visto, has creído -le dijo Yeshúa (Jesús)-; dichosos los que no han visto y sin embargo creen.




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