COMER Y RESPIRAR
En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios. 1 Corintios 10:31.
El hijo del vecino (*) tenía un amigo al que cada tanto, visitaba a la hora de cenar. Cada vez que se sentaban a comer, su amigo tenía por costumbre, realizar una breve oración, en agradecimiento por los alimentos. El hijo del vecino hacía un respetuoso silencio, aunque le parecía una pérdida de tiempo poner en práctica la tradición que tenían en aquella casa.
Hay una costumbre muy marcada entre los creyentes, de agradecer por la comida antes de comenzar con el almuerzo, la cena, etc. Este comportamiento puede parecer extraño ante la mirada de alguien que no cree en Dios, pero está relacionada con entender que el Señor es el creador y dueño de todo cuanto hay en el Universo, empezando por el aire que respiramos y, en consecuencia, también de los alimentos que ingerimos. Si cada día tenemos la dicha de seguir respirando, de comer, de trabajar, de estudiar, o de compartir la vida con nuestros seres queridos, es porque Él es el que primero nos da esta hermosa posibilidad, si bien, obviamente, nosotros también a la par desarrollamos la parte que nos toca para satisfacer nuestras necesidades.
Como fundamento del amor que tiene por Sus hijos, Dios nos brinda todo lo que necesitamos para vivir una vida en abundancia. Lo espiritual y lo material. Seamos humildes como para reconocer que sin Él nada somos y nada de lo que hay a nuestro alrededor existiría. Ni siquiera, el plato que tendremos enfrente la próxima vez que nos sentemos a comer. Agradezcámosle los alimentos y cada cosa de nuestra vida. No con una oración repetida como un robot, sino tratando de comprender que hay un Padre que nos da todo y que quiere que no nos olvidemos de Él.
(*)El “hijo de vecino” podrías ser vos, yo, o cualquier hijo de vecino.
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